A una dúltera
Sólo en ti, Lesbia, vemos que ha perdido El adulterio la vergüenza al cielo, Pues que tan claramente y tan sin velo Has los hidalgos huesos ofendido.
Por Dios, por ti, por mí, por tu marido, Que no sepa tu infamia todo el suelo: Cierra la puerta, vive con recelo, Que el pecado nació para escondido.
No digo yo que dejes tus amigos, Mas digo que no es bien que sean notados De los pocos que son tus enemigos.
Mira que tus vecinos, afrentados, Dicen que te deleitan los testigos De tus pecados más que tus pecados.
Francisco de Quevedo
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