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Amada pastora mía
Amada pastora mía, tus descuidos me maltratan, tus desdenes me fatigan, tus sinrazones me matan.
A la noche me aborreces y quiéresme a la mañana; ya te ofendo a medio día, ya por la tarde me llamas;
agora dices que quieres, y luego que te burlabas, ya ríes mis tibias obras, ya lloras por mis palabras.
Cuando te dan pena celos estás más contenta y cantas; y cuando estoy más seguro parece que te desgracias.
A mi amigo me maldices y a mi enemigo me alabas; si no te veo me buscas, y si te busco te enfadas.
Partíme una vez de ti, lloraste mi ausencia larga, y agora que estoy contigo con la tuya me amenazas.
Sin mar ni montes en medio, sin peligro ni sin guardas, mar, montes y guardas tienes con una palabra airada.
Las paredes de tu choza me parecen de montaña, un mar el llegar a vellas y mil gracias tus desgracias.
Como tienes en un punto el amor y la mudanza, pero bien le pintan niño, poca vista y muchas alas.
Si Filis te ha dado celos, el tiempo te desengaña, que como ella quiere a uno pudo por otra dejalla.
Si el aldea lo murmura, siempre la gente se engaña, y es mejor que tú me quieras aunque ella tenga la fama.
Con esto me pones miedo y me celas y amenazas: si lloras, ¿cómo aborreces? y si burlas, ¿cómo amas?».
Esto Belardo decía hablando con una carta, sentado al pie de un olivo que el dorado Tajo baña.
Lope de Vega
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