De vuelta a casa
Desde mi cielo a despedirme llegas fino orvallo que lentamente bañas los robledos que visten las montañas de mi tierra, y los maíces de sus vegas.
Compadeciendo mi secura, riegas montes y valles, los de mis entrañas, y con tu bruma el horizonte empañas de mi sino, y así en la fe me anegas.
Madre Vizcaya, voy desde tus brazos verdes, jugosos, a Castilla enjuta, donde fieles me aguardan los abrazos
de costumbre, que el hombre no disfruta de libertad si no es preso en los lazos de amor, compañero de la ruta.
Miguel de Unamuno
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