Desde entonces mi vida está en un hilo,
en ese laberinto donde giro,
donde tu tenue luz es un suspiro,
donde tus armas son de doble filo.
Amor, dame la paz que yo he perdido,
devuélveme el afán que de chiquillo
estimulaba el otro afán del grito.
Amor, mi corazón recién nacido
sólo quiere enhebrarse en el ovillo
de tu luz para irse al infinito.
Ángel Cazorla Olmo