En este día de Ramos se nos presenta el Señor como el rey humilde, alabado sólo por los sencillos, los pobres, los que no cuentan en sociedad y a la vez, perseguido a muerte por los poderosos de la sociedad, los sabios, todos aquellos que no están dispuestos a cambiar de vida… en definitiva todos aquellos que no reconocen en Jesús al que viene en nombre del Señor. Esta escena es una fiesta agridulce, incluso para el mismo Señor. Los sentimientos de Jesús seguramente eran encontrados; por un lado la manifestación gozosa del pueblo y el reconocimiento que Jesús acepta y seguramente lo goza. No es una entrada de un poderoso, que en su época eran los militares que volvían gloriosos después de la guerra en un carro de asalto, ingresando en calidad prácticamente de Dios. En contraste la entrada del Señor que es Dios, pero entra humilde en una burrita, signo de humildad y pequeñez. Es un rey distinto “mi reino no es de este mundo”.
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