SECUENCIA
Ven, oh Espíritu Santo,
Y envía desde el cielo
De la Luz sacrosanta
Un puro rayo que penetre el pecho.
Ven, Padre de los pobres,
Ven, oh liberal Dueño
De dones celestiales;
Ven y alumbra las almas con tu fuego.
Del pecho atribulado
Consolador excelso,
Y del alma afligida
Refugio suave y dulce refrigerio.
Descanso en los trabajos,
En el bochorno intenso
De la aflicción alivio.
Y del llanto dulcísimo consuelo.
¡Oh bienaventurada
Luz de esplendor eterno,
Llena, llena a los fieles
Del corazón los más profundos senos!
Sin ti solo es el hombre
La nada de que fue hecho;
Todo sin ti es la nada,
Pues sin ti nada hay santo, nada recto.
Lava lo que esta inmundo,
Riega lo que está seco;
Y, medico divino,
Sana tú en mi lo mucho que hay enfermo.
Doblega lo inflexible,
Y fomenta lo yerto
De mi amor; y a ti vuelva
Lo que en mi se desvía de tu centro.
Dale al que en ti confía,
Da siempre a tu fiel siervo
De celestiales dones
El septenario número de efectos.
Danos de las virtudes
El mérito y el premio;
Da salud a nuestra alma
Y danos, finalmente, gozo eterno.
Amen. Aleluya
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