Las vacaciones son para descansar. Para no tener nada que hacer y tener todo el día para hacerlo, decía aquél. Se planean durante meses, se crean elevadas expectativas y se recuerdan con nostalgia... pero lo cierto es que se viven con incomodidad.
El ser humano es un animal gregario. Decide - habría que plantearse si esto tiene sentido - marcharse a desconectar en el mismo momento y casi a los mismos lugares que aquéllos de los que quiere desenchufarse. No hay peor anécdota postvacacional que la de: "Me encontré con fulanito, el de personal, en la misma arena...".
Usted quizá no los conozca, pero los hay que se despiertan temprano - una vulgaridad alejadísima del descanso real - para apostar su toalla y su sombrilla bien pertrechadas a escasos 15 centímetros de la de aquel señor tan majo de Getafe. Luego quizá se marchan de nuevo al aparthotel para desayunar, pero bajan pronto de nuevo a defender su tumbona como soldado que clava su bandera... pongamos que en la isla de Perejil. El caso es que hay hordas de ciudadanos peleando unos metros de arena antes de que pique el sol en la playa de Benidorm -en la imagen abajo-, pero también en las de Torremolinos, Benalmádena y tantas otras por las que han desfilado las suecas a las que perseguían con la baba colgando y una buena dosis de mal gusto José Luis López Vázquez o Paco Martínez Soria.
Turismo, turismo, turismo... ¡qué gran invento!
MIGUEL G. CORRAL
Periodista
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