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De: Amaly  (Mensaje original) Enviado: 15/10/2018 15:46

Urraca I de León.

La reina Urraca de León y de Castilla fue la primera mujer que ejerció de forma efectiva el papel de reina “propietaria” en España (entendiendo España como el territorio ocupado por los distintos reinos cristianos ibéricos durante la Edad Media, de la misma forma que entendieron este concepto los que vivieron esa época), y se trata de un personaje verdaderamente insólito en la Historia del medioevo hispánico, por su condición femenina y por la incidencia que tuvo en los hechos históricos de su época como por las controversias que su persona ha generado después. Sufrió el maltrato físico y psíquico de su marido e incluso de sus súbditos, pero demostró también una fuerza y una determinación indomable que la llevó a ser de nuevo maltratada por al Historia.

Contaba nuestra reina entre sus bisabuelos con un rey de Navarra, un rey de Aragón, una condesa de Castilla y un… ¡rey de Francia! Por pedigrí que no falte y teniendo como modelo a su padre, Alfonso VI, no debían faltarle ni mala leche ni una libido desenfrenada.

Con estos orígenes no es de extrañar el apodo con el que pasó a la posteridad: Urraca “La Temeraria”. Como veremos la historiografía tradicional, haciendo gala de su vena más misógina, nos ha presentado su figura como modelo de lo que no debía ser una mujer, incluso se la reconocen “meritos” que serían de alabar en un hombre pero reprochables absolutamente en una mujer. Las mujeres, como hijas de Eva, encarnaban la debilidad y la concupiscencia y las hacían inferiores al varón y necesariamente estar unidas a ellos para atenuar su apetito interior. Pero esta visión tan machista es a todas luces parcial y no debió corresponderse fielmente a la realidad, dando lugar a una figura histórica muy controvertida.

Urraca se convierte en la única heredera a los tronos de León y de Castilla tras la muerte de su hermanastro Sancho en la batalla de Uclés en 1108. La ocasión la solemniza Alfonso VI en Toledo poco antes de morir cuando convoca una Curia en esta ciudad para proclamar a su hija como sucesora. Urraca jura en el Alcázar de Toledo sus deberes y obligaciones como futura Reina de Castilla y León.

Urraca era viuda desde hacía un año y en consecuencia quiso su padre casarla con el monarca aragonés Alfonso el Batallador, intentando vanamente con un marido foráneo evitar disputas ente leoneses y castellanos y garantizar la defensa de sus reinos de la amenaza almorávide. Las bodas tuvieron lugar en Monzón de Campos en 1109 con la decidida oposición de la nobleza castellana y de ella misma que llegaría a decir:

Me vi forzada a seguir la disposición y arbitrio de los grandes, casándome con el cruento, fantástico y tirano rey de Aragón. El cual, no sólo me deshonraba con torpes palabras sino que muchas veces mi rostro fue manchado por sus sucias manos y golpeado por su pie.

La figura de Doña Urraca no ha sido bien tratada ni por la historia ni por la literatura.

Uno de los hechos más sorprendentes de la Historia de España y que aún hoy nos deja estupefactos.

Durante la reunión en el palacio obispal se produce una revuelta popular y la población se amotina. La reina se ve sorprendida por la turba y fue golpeada y humillada sin piedad, hasta que fue arrojada desnuda a un barrizal donde fue vejada y hasta dicen que con algún conato de lapidación.

Así lo cuenta Jerónimo de Zurita:

La cogen y arrojándola al suelo en un lodazal, arrebatándolos como lobos, hacen jirones sus vestidos, hasta tal punto que los pechos abajo quedó en el suelo con el cuerpo vergonzosamente desnudo y a la vista de todos. Llegó el obispo donde yacía la reina en el fango, pisoteada por las turbas de los agresores y viéndola tan feamente desnuda y postrada, transido de dolor, pasó de largo.

A lo largo de toda su vida intentó hacerse respetar por sus súbditos y se dice que cuando se sentía desobedecida gritaba: “¡El rey soy yo!”. Llegó a titularse Totius Hispaniae Regina (Reina de Toda España) en consonancia con el titulo imperial que lució su marido hasta la anulación matrimonial: Alfonsus Gratia Dei Imperator de Leone et Totius Hispaniae Rex. Lo cierto es que de haber prosperado esta unión dinástica hubiera supuesto la unificación en un solo rey todos los reinos cristianos de España (incluido Portugal que no alcanzaría su independencia de “iure” hasta 1143).



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