El oscuro esplendor
Juega el niño con unas pocas piedras inocentes en el cantero gastado y roto como paño de vieja.
Yo pregunto: qué irremediable catástrofe separa sus manos de mi frente de arena, su boca de mis ojos impasibles.
Y suplico al menudo señor que sabe conmover la tranquila tristeza de las flores, la sagrada costumbre de los árboles dormidos.
Sin quererlo el niño distraídamente solitario empuja la domada furia de las cosas, olvidando el oscuro esplendor que me ciega y él desdeña.
Eliseo Diego
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