Siempre vestido de negro, conversando pausada y afablemente con el público, entre un tema y otro, riendo… así recuerdo hoy al cantautor argentino Alberto Cortez, cuyo verdadero nombre es José Alberto García Gallo, nacido en Rancul, La Pampa, el 11 de marzo de 1940, quien acaba de fallecer este jueves 4 de abril, en un hospital de Móstoles, Madrid, a los 79 años de edad, muy cerca de su residencia, donde días atrás tuvo que ser hospitalizado, después de sufrir una hemorragia gástrica, que lo obligó a suspender un concierto que tenía programado en Puerto Rico y otro esta misma semana en la República Dominicana.
En su paso por Cuba en la década de 1980 dejó una grata impresión, aún se le recuerda por su personalidad, entrega sincera y lo hermoso de sus canciones, verdaderos textos poéticos y de gran sensibilidad. ¡Cómo olvidar sus temas En un rincón del alma, Callejero, Mi árbol y yo, El abuelo, A partir de mañana, Te llegará una rosa, Castillos en el aire, Las palmeras o Cuando un amigo se va!
Había llegado a Cuba –por vez primera– en mayo de 1982, en la madurez de sus 42 años, dueño de un catálogo autoral probado ante el público de muchos países. El cubano, por supuesto, no fue menos, y abarrotó noche tras noche sus presentaciones en el teatro Karl Marx y lo aplaudió como a un viejo amigo.
Dijo entonces a la prensa: «En cada una de mis actuaciones pretendo cumplir el mandato de Antonio Machado: La verdadera misión del artista es servir a los demás, motivar a los demás».
A los lectores de la revista Bohemia les comentó: «Yo creo que la música, como las demás artes, es buena o mala. Lo demás son intentos constantes de subdividir las cosas. Cuando escucho a Ravel no me detengo a pensar en ese momento si su obra está enmarcada en el impresionismo o no. Aprecio plenamente sus valores estéticos. Eso es lo que tengo presente. La música me interesa como un hecho y como una manifestación concreta».
Sobre sus reiteradas visitas a Cuba, donde llegó a afirmar que se sentía muy bien, expresó por aquellos años: «Somos los artistas extranjeros los que venimos a pasar un examen en Cuba, porque encontramos aquí un público sensible, pendiente de percibir nuestra sensibilidad o una comunicación sensitiva a través de la música, a través de las canciones, a través del trato cotidiano».
No recuerdo cuándo fue su última presentación entre nosotros. De ningún modo estuvo olvidado. Hace quizás cuatro o cinco años la cantante cubana Niurka Reyes me mostró un disco suyo que tituló Cortezmente, que ella le dedicara como homenaje, en el que interpreta con su estilo las canciones de este hombre que entre los galardones internacionales y discos de oro, guardaba con especial cariño la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes que le entregó España, país donde residía desde 1964.
Quizás sea este el momento adecuado para que la artista y Cuba le rindan sencillo homenaje –con un concierto-, a este gran cantor que llegó a ser conocido por el sobrenombre artístico de «El gran cantautor de las cosas simples».