Nota:
Para mi, Patricia Lara, autora habitual de esta columna, es un honor cederle mi espacio hoy a Sofía Garzón,
economista caucana que se encontraba con Francia Márquez, ganadora del Premio Goldman
al Medio Ambiente, cuando atentaron contra su vida los inacabables “enemigos agazapados de la paz”.
¡Tenemos que frenar el genocidio como sea! Por eso me uno a la campaña #UnLiderEnMiLugar
iniciada por el periodista Daniel Samper Ospina, que busca mostrarle al país el rostro de esos líderes
sociales a quienes están matando y que no son, como muchos creen, indios y negros estúpidos y
“castrochavistas”, sino dirigentes comunitarios brillantes y cultos que luchan para impedir
que las bandas armadas y las economías ilegales acaben con sus territorios.
Por Sofía Garzón
Para proteger el río, caminamos hasta Bogotá y le contamos a la gente que el agua que corre por el Cauca
está contaminada con cianuro y mercurio; que especies de peces que antes había no existen más;
que nos estábamos enfermando de beber esa agua envenenada y de lavar nuestra ropa con ella;
y que queríamos, a toda costa, cuidar el Río Ovejas, porque ese río es parte de nuestra comunidad;
es más, es el río que nos ha hecho comunidad. Ovejas está vivo por el cuidado de nuestros abuelos
que lucharon para no dejarlo desviar: es nuestra responsabilidad dejarlo sano y libre para nuestros
renacientes.Esta columna ofrece su voz a La Movilización de Mujeres Negras por el Cuidado de la
Vida y los Territorios Ancestrales, un proceso que en el 2014 movilizó alrededor de 100 personas,
entre mujeres negras y guardia cimarrona, con la decisión de proteger al río Ovejas, afluente del río Cauca,
de la minería ilegal la cual, para nosotras, es la que se hace con maquinaria pesada y títulos entregados
a multinacionales, sin que haya existido una consulta previa, libre e informada.
Acordamos caminar hasta llegar a Bogotá en una asamblea comunitaria. Y aun cuando al iniciar la marcha,
muchas de nosotras ni nos hablábamos, nuestro amor por el río estaba por encima de cualquier desavenencia.
Además, estábamos muy cansadas de tocar tantas puertas: las de las alcaldías, la gobernación,
la corporación ambiental, la Procuraduría, las altas cortes y hasta Naciones Unidas.
La caminata nos tomó más de una semana: recorrimos casi 500 kilómetros y nos abrieron las puertas
y los oídos las mujeres de los corteros de caña, los colectivos de mujeres negras, las redes de académicas,
los colectivos de estudiantes, ambientalistas, sindicalistas, periodistas, personas que, además de escuchar,
vieron que es justa nuestra causa de cuidar la casa, y que cuidaron de nosotras con respeto.
Caminar hasta Bogotá fue aprender que no estábamos tan solas.
Vimos la fuerza que tenemos para detener esa manera dañina de hacer minería. Cuando nos movilizamos,
más del 50% del departamento del Cauca estaba solicitado para hacer explotación minera.
Esas peticiones siguen vigentes. Pero, en ese año, sólo en el norte del Cauca, había alrededor
de 200 retroexcavadoras que ya no están porque fuimos a ponerles el pecho a las que había en el Río Ovejas.
Y las sacamos. Y luego aumentaron las amenazas: no han dejado de llegar… Algunas decían que
ya sabían en dónde estudian nuestros hijos. Así también pasó cuando regresamos
de Bogotá, decepcionadas, porque el Gobierno no nos escuchó.
¡Sin embargo, seguimos! Somos Mujeres Negras del Norte del Cauca. Somos líderesas sociales.
Somos constructoras de paz… No nos dejaremos morir porque el territorio es la vida.
La vida no se vende. La vida se ama. La vida se defiende.
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@patricialarasa
#AdiósALaGuerra