Los cerebros intervenidos no mostraban ningún signo de actividad neuronal eléctrica necesaria para la conciencia. Los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale idearon un sistema similar a la máquina de diálisis, llamada BrainEx, que restaura la circulación y el flujo de oxígeno a un cerebro muerto. Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista Nature.
"Estamos realmente entusiasmados. Esto podría servir como plataforma para ayudarnos a comprender mejor cómo tratar a las personas que han sufrido ataques cardíacos y han perdido el flujo sanguíneo normal al cerebro", señaló Khara Ramos, directora del Programa de Neuroética de la universidad.
Asimismo, agregó: "realmente mejora nuestra capacidad para estudiar las células tal como existen en conexión unas con otras, de esa manera tridimensional, grande y complicada".
La invención de los ventiladores mecánicos permitió que los cuerpos defectuosos se mantuvieran con vida durante más tiempo, y décadas de mejoras en la cirugía cardíaca y los trasplantes significaron que incluso un corazón detenido podría no ser necesariamente el final.
Pero el cerebro es más complicado. Los cerebros de los mamíferos son máquinas de alto rendimiento; exigen un flujo constante de sangre rica en oxígeno para trabajar al máximo.
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Si se corta el flujo de sangre, perdemos el conocimiento después de unos pocos segundos. En cinco minutos, las reservas cerebrales de moléculas vitales como la glucosa y el Adenosín trifosfato, el motor de la energía química del cuerpo, se agotan.
Luego, el cerebro ingresa en una espiral de muerte que, hasta ahora, los científicos consideraban irreversible: la delicada química de las células nerviosas se descompone, la
Pronto, las enzimas que descomponen el tejido nervioso se activan y las estructuras más pequeñas del cerebro y los vasos sanguíneos se rompen. Todo esto podría cambiar con BrainEx.
El equipo tomó medidas para garantizar que los cerebros no se "despertaran" de ninguna manera, y mucho menos que tuvieran conciencia del procedimiento. Aunque ninguno de los cerebros en el experimento mostró ningún signo de conciencia, los investigadores estaban preparados para administrar anestesia y bajar la temperatura del cerebro.
Aunque los investigadores se aseguraron de que los cerebros experimentales no tuvieran actividad a gran escala, tomaron pequeñas rodajas de tejido cerebral para evaluar si las neuronas del hipocampo aún podían dispararse después del tratamiento. Y para su sorpresa podían.
"[Ese resultado fue] el aspecto más sorprendente para mí como neurocientífico", señaló el director del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro, Christof Koch, citado por National Geographic.
Koch agregó: "todavía eran capaces de generar los picos que son el lenguaje universal de la comunicación eléctrica rápida. Significa que, en principio, esas neuronas parecen ser capaces de tener actividad neuronal".