El presente Wimbledon femenino será recordado, probablemente, como el de la irrupción de la joven tenista estadounidense Cori Gauff. Esta niña de tan solo 15 años ha llamado la atención de aficionados y expertos por su gran calidad tenística y por su madurez, impropia de su edad y, sobre todo, de los tiempos que corren.
En primer lugar, hay que entender que no todos los jóvenes son iguales. El desarrollo tanto físico como mental puede ser y, de hecho, es muy distinto de uno a otro, y la aplicación de normas estrictas podría llevarnos a actuaciones injustas como podría ser la de este caso. Y en segundo lugar, creo que hay un exceso de intromisión de distintos organismos en lo que, en un principio, debería pertenecer al ámbito personal y privado de cada uno. ¿Qué nos lleva a pensar que la WTA pueda estar más preparada que los padres de Cori para tomar las decisiones que le afectan a ella?
Yo creo que estos, además del equipo de personas que la están ayudando a desarrollarse, conocen más que nadie sus circunstancias y, sobre todo, desean más que nadie su bien y su buena salud; deberían ser, por lo tanto, los que tomen las decisiones que consideren pertinentes o adecuadas. Sería más prudente, creo yo, que la institución que rige el tenis femenino se dedicara a informar y a aconsejar, y que dejara a los padres la posibilidad de decidir, que es la función que debería poder ejercer cualquier progenitor.