Desde el fin de semana pasado, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos inició redadas para deportar aproximadamente a 2.000 personas. Según el reporte publicado en el 2018 por la Oficina de Estadísticas de Inmigración, en ese país viven casi 12 millones sin documentos.
Aunque muchos han cuestionado la legalidad y eficacia de esta medida, el mero hecho de su anuncio afectó la tranquilidad de los inmigrantes que construyeron su hogar en EE. UU. En Nueva York, la decisión cambió el aire sereno del verano para fundirlo con ansiedad: un pálpito acelerado en el pecho de los cientos de miles de inmigrantes indocumentados que viven en la ciudad. Varios padres han dado instrucciones a sus hijos sobre qué hacer si no están, por haber sido deportados, cuando vuelvan a casa de la escuela. En lugares como Chicago, las comidas familiares ahora tratan sobre quién tendría la custodia de los hijos o dónde están las llaves del carro en caso de que uno de los miembros sea detenido. Y ni hablar de quienes deben vivir en iglesias porque son de los pocos lugares en los que no puede entrar la autoridad migratoria.
Para combatir el miedo creado por esta y todas las decisiones pasadas, el movimiento de inmigrantes ha construido distintas estrategias. Primero, han decidido conformar una comunidad. “Lo primero que uno pierde cuando migra es la familia y eso es justamente lo que nosotros estamos construyendo”, me dijo una activista por los derechos de la comunidad inmigrante. Juntos, ya han realizado manifestaciones y reuniones para conocerse y definir sus objetivos.
Segundo, han establecido redes de conocimiento para intercambiar información y exigir con más fuerza sus derechos. Allí aprenden, por ejemplo, qué decir y hacer en caso de una crisis. Aprenden que no deben abrir la puerta de su casa si llega un oficial sin una orden firmada por un juez, o que tienen derecho a no responder a ninguna pregunta sin un abogado.
Finalmente, este movimiento también se ha encargado de impulsar redes de solidaridad entre personas con diferentes estatus migratorios. El Nuevo Santuario, una organización interreligiosa con sede en Nueva York, acompaña a inmigrantes a las audiencias, a los trámites burocráticos para acceder a un asilo o incluso al doctor. Esta estrategia les permite a los inmigrantes contar con al menos un cara conocida para enfrentar la hostilidad de la xenofobia.
Responder al miedo con un movimiento social es una de las apuestas de la comunidad inmigrante en Estados Unidos y un punto de partida para los inmigrantes venezolanos, chinos e indios que se enfrentan a otras discriminaciones en Colombia. En las colectividades de inmigrantes, fronteras como la nacionalidad y el idioma pueden ser reemplazadas por lazos de apoyo de personas de diferentes sectores, y así combatir órdenes como las del gobierno de Estados Unidos o la desarticulación del Gobierno colombiano. Al final, los cambios legales nunca podrán deportar a un movimiento, como han dicho varias voces en los últimos días.
FUENTE EL ESPECTADOR