MARINOVA ANNA.
De la misma forma que Usain Bolt,
el hombre más rápido del mundo, debe el haber conseguido sus records mundiales
(el primero a la edad de 21 años) a su singular constitución biológica (el
entrenamiento solo le permite estar en condiciones óptimas para desplegar su
poderoso talento); Anna Marinova tiene en su don artístico su habilidad original
de expresión: la pintura; y dentro de ésta el realismo figurativo a partir de
pinturas al óleo. Esta es su forma de expresión natural, esa que le caracteriza de una forma natural, la distingue
de otros pintores y se proyecta en su obra. Esta habilidad innata es su forma
preferente y dominante de expresión personal, es la técnica maestra de su
talento íntimo. Capacidad que complementó con la adquisición de otros
conocimientos, técnicas y habilidades durante su etapa académica, reforzando
así sus recursos naturales para la realización de sus obras. Cuando se
contempla la obra de Anna Marinova uno percibe su autenticidad y es que “el
talento es el punto de partida” como bien expresara el conocido compositor
Irving Berlin (norteamericano nacido en Rusia con el nombre de Isidoro Balline)
quien nunca estudió música. Este atributo diferencial que es el Don, es el
punto de inicio en el desarrollo del individuo que los sistemas educativos estandarizados
(basados en la obvia falacia de todos somos iguales) no ponen en práctica y conlleva
el desaprovechamiento de las capacidades humanas de la sociedad además de la
frustración y desmotivación de la persona. Gracias a Dios siempre hay padres
que apoyan la tendencia natural expresiva del niño como en los ya nombrados de
Fernando Alonso, Tamara Rojo o Anna Marinova.
Anna Marinova disfrutó de sus
años de formación en la Academia pero en su último curso comenzó a inquietarse
sobre el incierto futuro que le aguardaba como artista independiente. No en
vano es difícil vivir del arte en una sociedad cada vez más miope incapaz de
apreciar el valor de desarrollo de la cultura y que degrada la utilidad de su potencial.
La joven Anna había descubierto que era un pincel pero desconocía que es lo que
debía pintar con él. En otras palabras conocía cuál era su talento pero no
tenía claro cómo enfocarlo, cual debía ser el tema de su obra. La vida le dio
la oportunidad de reconocer cual era el servicio que debía prestar el pincel
que era: la belleza humana. Lo supo cuando sus amigos se ofrecieron a servirla como
modelos, ahí se dio cuenta que la figura humana era el tema que más le
interesaba pintar y que el estudio de los movimientos del cuerpo, sus gestos y
anatomía la había absorbido durante su estancia en la Academia. El talento de
Anna Marinova había encontrado su espacio en la creación, su razón de ser. ¿Cuál
era el sentido de pintar figuras humanas?
Como explica Anna el mensaje de
sus lienzos es muy simple: admirar la belleza del mundo. Sus cuadros son un
intento de retener la belleza de la juventud, especialmente la femenina y de la
rusa actual en particular. De esa belleza de las jóvenes rusas que son
herederas de los avatares de los tiempos soviéticos de la posguerra que sin
hombres convirtieron a las mujeres en seres valientes que levantaron un país y
al mismo tiempo viven suspirando por el ideal romántico de un hombre. Ella
después de todo es una joven rusa que se expresa a si misma a través de su
talento. Como bien dice Anna el arte es la vía para conocerse a sí misma y al
mundo que le rodea, permitiéndole expresar una idea, una emoción y sobre todo
su mundo a través de luces, colores, formas; sin palabras.