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♥♥♥LA BODEGA DE AMALY♥♥♥: Cantar de la Mora Zaida
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De: Amaly  (Mensagem original) Enviado: 15/08/2019 18:10

Cantar de la Mora Zaida

La biografia de la princesa Zaida no solo esta llena de amplias lagunas como por ejemplo fecha y lugar de nacimiento, padres y fecha concreta de fallecimiento, si no que ademas antiguos historiadores manipularon de forma interesada pasajes importantes de su vida, rebatidas posteriormente por otros estudiosos basandose en diversas pruebas escritas inexploradas hasta entonces. Su nacimiento debio de producirse sobre 1063 en el al-Andalus.

Las primeras informaciones sobre la vida de Zaida son para decirnos que se casó con Abu Nasr Al´Fath al-Ma´mun, rey de Cordoba, hijo del gran rey sevillano Muhammad b. ´Abbad al´Mutamid (1040-1095).

Caen Málaga, Granada en manos almorávides y viendo el giro que habian tomado los acontecimientos el rey al-Mutamid le pide a su hijo al-Ma´mun, que le dejó al cargo de Córdoba, que aguante como pueda la posición de la ciudad, pues sería inevitable que tras la caída de esta fortaleza se pudiera mantener la de Sevilla. Los almorávides se acercan a Córdoba y al-Ma´mun preveyendo un fatal desenlace pone a salvo a su esposa, Zaida, enviandola con setenta caballeros, familiares incluidos, al castillo de Almodóvar del Río que anteriormente había fortificado y abastecido.

La dispersión de los barrios cordobeses y la connivencia de sus moradores influyeron decisivamente para que

El 26 de marzo de 1091 cayo la capital según lo cuenta Abbad, T.Ipg. 54-55, Cartás y Abd-al-Wahid: «Fath al-Ma´mun intentó abrirse camino con su espada a través de los enemigos y de los traidores pero sucumbió al número. Se le cortó la cabeza, que la pusieron en la punta de una pica y pasearon en triunfo».

Enterada de la desgracia de su marido y de la pérdida de la ciudad en que vivió, sabiendo que ya nunca podría regresar, descarta dirigirse al palacio sevillano de su suegro, Al´Mutamid, al que se le presagia la misma suerte y acepta el consejo de este para ponerse a salvo: refugiarse en la corte toledana de Alfonso VI (entre ambos reyes hubo multiples acuerdos y desacuerdos, alianzas y batallas) siendo portadora de un tratado de estricta supervivencia, consistente en la entrega de las plazas en la frontera norte de Uclés, Amasatrigo y Cuenca para su defensa y protección a cambio de ayuda al sevillano ante la crítica situación frente a los almorávides.

Hay un escrito sobre Zaida, donde lo de menos son las inexactitudes históricas, un bello poema de la antigua lírica castellana, contemporanea y similar al Cantar del Mio Cid, aunque más reducido por estar prosificado donde describe a la protagonista como gentil princesa, doncella de gran hermosura, muy virtuosa, gallarda, discreta, esbelta, de singular belleza, de tez espléndidamente blanca, la epopeya no ahorra piropos, fiel al florido romanticismo dice que "se enamora de oidas" del «apuesto guerrero Alfonso VI gallardo y muy ducho en el manejo de las armas». Esta joya literaria medieval, El Cantar de la Mora Zaida, está recogida en Leyendas Epicas Españolas editado por Rosa Castillo en la colección Odres Nuevos de la editorial Castalia.

Lo cierto es que la llegada a Toledo de la joven y desvalida viuda turbó al maduro rey -51 años- que casado con una mujer enferma y sin hijos dio pie a unas relaciones sentimentales. Las aventuras extramatrimoniales de los monarcas eran habituales y la historia no habría tenido especial interés en mencionar los amorios con la bella princesa si no fuera por un hecho transcendental: tuvieron un hijo varón.

El rey castellano era muy mayor y tras cinco matrimonios y dos concubinatos (las relaciones incestuosas con su hermana Urraca merecen un aparte) no tuvo ningún hijo varón que le sucediera. Desde el mismo momento que nació Sancho Alfonsez el rey lo reconoció como su directo descendiente llamado a gobernar Castilla, León, Galicia con Portugal y el resto de condados.

Este hecho causó prejuicios en los cronistas cristianos apresurándose a incluir a la mora Zaida entre sus mujeres legítimas.

Zaida se acomodó en la corte castellana, renunció al islamismo, corriendo el riesgo de muerte que tal acción suponía entre los mahometanos, y se bautizó en Burgos con el nombre de Isabel (no confundir con la francesa Isabel). No solo conservó todas sus costumbres sino que las difundió e introdujo nuevos y frescos aires culturales de la esplendorosa sociedad musulmana. El historiador árabe, conquense de nacimiento, González Palencia escribe en su Historia de la España Musulmana que la corte de Alfonso VI, casado con Zaida), parecia una corte musulmana: «sabios y literatos muslimes andaban al lado del rey, la moneda se acuñaba en tipos semejantes a los árabes, los cristianos vestian a usanza mora y hasta los clérigos mozárabes de Toledo hablaban familiarmente el árabe y conocian muy poco el latín, a juzgar por las anotaciones marginales de muchos de sus breviarios».

Alfonso y su joven amada fueron inmensamente felices como se deduce por los epítetos con los que la enalteció "amantísima" y "dilectísima". Como fruto de su amor Zaida quedó embarazada, pero a la vez que nacia el tan deseado y esperado niño, Sancho Alfonsez, moría la madre. El rey quiso que descansara en el mismo sitio que había destinado para él mismo, sus reinas e hijos, y con tal fin le enterró en el Monasterio de Sahagún, exactamente en el coro bajo, antes de llegar al atril. Quadrado, en sus Recuerdos y bellezas de España, dice que en «Sahagún descansa en túmulo alto el rey y debajo de una sencilla lápida Isabel y el joven Sancho, su hijo». Según el epitafio que se conservaba, parcialmente destruido, murió de sobreparto, en León, por la mañana a la hora de tercia el jueves 12 de Septiembre, desconociéndose el año «Una luce prins septembris quam foret idus sacina transivit feria 5 hora 3 Zaida Regina dolens peperit».

Hay también otro epitafio de sospechosa autenticidad en una humilde losa en el suelo en San Isidoro de León, tardio, con el doble dato erróneo de que era hija del rey de Sevilla y fue reina «Hic quiescit Regina Domna Elisabet uxor Regis Adefonsi, filia Benabteh Regis Siuiliae, qua prius Zaida fuit vocata».

Sabiendo que su hijo murió en la famosa Batalla de Uclés o de los Siete Condes el 29-V-1108 «cuando era niño, incapaz de defenderse pero podía montar a caballo», precisiones que mueven a suponer que contaría con 12 o 13 años. Lo mas indicado sea pensar que naciera, y por tanto falleciera su madre, entre 1095 y 1097.

La pronta muerte del príncipe mueve a imaginar sobre el alcance que pudo suponer el hecho de que fuera hijo del rey cristiano del norte y una princesa mora del sur: encarnaba en su sangre todas las Españas, era doblemente hispano por su condición de musulmán y cristiano. ¿Estaría destinado a gobernar una península unificada? Como descendiente musulmán que era, ¿no trataría de unificar más allá del estrecho... ?

Pero no acaban aquí las vicisitudes. El Monasterio de Sahagún sufrió dos incendios, uno en 1812 y otro en 1835. Su comunidad fué exclaustrada temporalmente de 1820 a 1823 y definitivamente en 1836, lo que repercutió en los traslados de restos yendo a parar a la cámara del abad, al archivo, detrás del altar mayor y a la capilla de Nuestra Señora que servía de iglesia provisional mientras se restauraba la dañada. Cuando los monjes se fueron definitivamente, se los dejaron a sus vecinas, las hermanas también benidictinas, que los conservaron en secreto.



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De: Amaly Enviado: 15/08/2019 18:14

Al-Khansa, poetisa árabe

Al-Khansa (gacela) coetánea de Mahoma en el siglo VII, vivió gran parte de su vida sumida en el paganismo hasta que su tribu, los Muzar, se convirtieron al Islam. Escribió sus versos en árabe, ayudada por su hija Amra. Los temas que aparecen en su literatura son elegías a la muerte de su padre, de sus hermanos y el luto. La vida en Arabia en el siglo VII se caracterizaba por las guerras constantes entre las distintas tribus de la península, tanto sus hermanos como su padre muerieron en estas guerras. Por si fuera poco de sus tres matrimonios tuvo siete hijos, cuatro de ellos murieron en la batalla de Qadasiya, una de las primeras batallas de la historia del Islam.

Su antología poética se conserva gracias a que los erúditos islámicos las utilizaban para estudiar el Corán:

“El tiempo me ha roído, mordido  y cortado.

El tiempo me ha dañado, me ha herido,

y ha destruido a mis hombres que han muerto juntos.

Esto ha conseguido inquietarme.

No había un puerto para el cruel

Que al igual que el sol halla refugio para el pueblo.

Vimos caballos galopar

y levantando polvo.

Y a los jinetes, con espadas brillantes, y grandes lanzas grises;

¿Aquel que con sus lanzas destroza cuerpos  se convierte en blanco mortal de las espadas?

Derrotamos a quienes pensaban

que nunca serían derrotados.

Y aquel que piensa que no se verá perjudicado

piensa en lo imposible.

Evitamos acciones deshonrosas y honramos a nuestros huéspedes.

Y guardamos los elogios (de personas).

Llevamos las armas en la guerra

Y la seda, la lana y el algodón durante la paz . “


Resposta  Mensagem 3 de 3 no assunto 
De: Amaly Enviado: 15/08/2019 18:24

La romántica historia de Al-Mutamid y Rumaikiyya

Al-Mutamid, denominado el rey poeta, último de la dinastía de los Avadéis, es uno de los reyes más famosos de Sevilla. Reinó de 1069 a 1091, un periodo de florecimiento de la cultura en el reino de Sevilla.

No muchos conocen la romántica historia de cómo Al-Mutamid conoció a su amadaRumaikiyya. Cuenta la tradición que el monarca paseaba una tarde con su amigo y poeta Ibn Ammar cuando empezó a improvisar un verso:

La brisa convierte al río
En una cota de malla…

Le rogó a su amigo que continuase, pero de pronto sonó la voz de una mujer diciendo:


Mejor cota no se halla
Como la congele el frío.

Al-Mutamid se volvió y se encontró con una bella muchacha llamada Itimad, a la que le decían la Rumaikiyya por ser esclava de una tal Rumiac, de profesión muletero. El rey se enamoró perdidamente de ella y se casaron.

La historia de Al-Mutamid y RumaikiyyaLa reina Rumaikiyya también ha pasado a la historia por sus numerosos caprichos. Uno de ellos era ver la nieve, así que el rey Al-Mutamid ordenó plantar almendros en la sierra de Córdoba, para que al florecer pareciese un paisaje nevado a los ojos de su amada.

Otra de historias sobre la reina habla de cómo echaba de menos amasar barro con los pies, como solía hacer en su época de esclava, así que Al-Mutamid mandó cubrir el suelo de uno de los patios del Alcázar con agua de rosas, azúcar, canela, jengibre y perfumes de todas clases para que su esposa pudiera hundir los pies en aquel barro aromático. Romántico, ¿no os parece?



 
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