El ser humano es único en esencia, no tiene a otro semejante aunque si a quién asemejarse. Es por ello que desde la infancia, necesitamos modelos a quién admirar, que nos sirvan de espejo, pero siempre acabamos modelando lo aprendido con nuestra experiencia personal, personalidad, cualidades afectivas, habilidades sociales y según el nivel socio-cultural que integra nuestra persona en constante evolución.
Ser uno mismo, es más difícil de lo que parece, y es en ese sentido en el que no hay dos iguales. Nuestra esencia básica será la plataforma sobre la que estructuraremos todo aquello que decidamos hacer, teniendo en cuenta lo que comentaba en el párrafo anterior, y que sin ninguna duda, influirá en nuestro desarrollo a lo largo de nuestra vida.
La esencia humana es el conjunto de características permanentes e invariables que determinan nuestra naturaleza, y de ahí partirá nuestro camino hasta el final de nuestra vida.
La primera cosa que aprendemos es a vivir con los demás, siguiendo sus modelos y criterios hasta alcanzar una “supuesta” madurez suficiente para aplicar nuestros propios conocimientos y experiencias en el sentido de tener nuestra propia esencia como cuna de ser “nosotros mismos”.
Por consiguiente, pertenecer o formar parte de un grupo referente, es el primer obstáculo a ser uno mismo. Los condicionamientos vividos, facilitan adoptar distintas opciones personales según la conveniencia de la situación que nos determina, pero no necesariamente facilitan nuestras posibles elecciones según nuestro criterio personal. Es muy importante el concepto de “pertenencia” (a un grupo familiar, social, profesional,…).

¿Qué ocurre cuando nos mostramos como somos?
Probablemente ese es el “cenit” y no el “nadir” de la cuestión.
En general, los seres humanos, temen mostrarse como son, por las posibles consecuencias negativas (en todos los sentidos) que ello puede acarrear.
El miedo, la baja autoestima, la timidez, la inseguridad, el aislamiento y la falta de comprensión hacia uno mismo, dificulta enormemente que mostremos nuestro auténtico yo. Por ello, el valor que necesitamos para conseguir llegar a ese nivel, no siempre es alcanzable, ni posiblemente recomendable.
