Quemados vivos, torturados, martirizados. Estas son las "fiestas", las tradiciones medievales de nuestros pueblos.
Esto es anacrónico en pleno siglo XXI. La tortura animal es impropia de una democracia, de una sociedad que se precie de defensora de los derechos de los animales. Todavía, por desgracia, no tenemos un país donde se defiendan los derechos de los animales. Por eso es necesario tomar conciencia animalista. Por eso es necesario apostar por políticas más sensibles con las causas animales.