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♥♥♥LA BODEGA DE AMALY♥♥♥: Sevilla de otros tiempos
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De: Amaly (Mensaje original) |
Enviado: 09/11/2019 17:12 |
Enviado: 15/08/2010 18:30 |
( Patio Andaluz - Manuel García Rodriguez - Imagen Oronoz)
Los calurosos veranos, que alcanzan temperaturas superiores a los cuarenta grados en el sur de la península, siempre han sido un azote para los sevillanos, que más mal que bien, intentaban sobrellevarlo de la mejor manera posible. La gran mayoría de los sevillanos del Novecientos no conocía el mar, a no ser porque lo hubieran visto en la cinematografía muda o en las revistas. El mar era para ellos el gran desconocido.
Cuando el calor arreciaba en la Sevilla novecentista, con más grados que ahora dado que no existían los regadíos agrícolas que facilitan la refrigeración de los vientos que llegaban del Atlántico, o los del Sur-Oeste que son los dominantes en Sevilla, luchaban contra el sol bañándose en el Guadalquivir, arteria fluvial de la ciudad.
Los chiquillos buscaban el fresco, entre juegos y algarabíos improvisando sus baños en plena calle, chapoteando al borde de las fuentes públicas o en las bocas de riego de las calles. A los niños todo les estaba permitido.
( Baños en la boca de riego- Imagen "Sevilla Imágenes de un Siglo" - ABC)
Los mayores tenían que conformarse a golpe de abanico o de gorra, y al chorro del agua fresca del búcaro, colocado ceremonialmente en el rincón más fresco del zajuan de las casas, la mayoría de las cuales eran corrales de vecinos en los que las familias con numerosos hijos malvivían en una o dos habitaciones sin aseos, ni electricidad ni agua. Debido a ello se hacía la vida de patio y de calle. Las tabernas eran el lugar donde los hombres pasaban la mayor parte de su tiempo libre de trabajo, regresando a la noche a sus casas con un día de calor echado a las espaldas.
Las casas unifamiliares que constaban de dos plantas, llevaban una doble vida según la estación del año: en invierno se vivía en la planta alta, y en verano, para combatir mejor el calor, en la baja, y en cada estación se cubrían los muebles no utilizados con lienzos o sábanas. La incipiente clase media guardaba los alimentos en fresqueras, que eran unos cajones con paredes de alambres trenzados que colgaban en los patinillos, a salvo de gatos y alimañas. Las neveras con serpentines enfriados con hielo eran privilegio de la burguesía y nobleza. Se preparaban entonces los sevillanos para luchar contra el calor de la noche, que prácticamente las pasaban al fresco de los patios y puertas de los corrales o las casas.
En cuanto el sol comenzaba su descenso, las mujeres y muchachas de los corrales y patios se afanaban en regar las macetas y los arriates con agua recién sacada del pozo, y luego hacían lo mismo con los patios y las puertas de las casas, espurreando con la mano agua desde los cubos. Aprovechaban entonces los chiquillos el momento húmedo para cazar zapateros y mariposas. Entre los grandes adoquines de las calles pinchaban cañitas y esperaban que las pobres presas se posaran en ellas en busca del agua. Era el momento de hacerse con ellos y pelearse luego por ver quien había cogido más y de más colores.
("Concierto Vecinal" - Enrique Simonet - 1901)
Cuando ya comenzaba a oscurecer, se sacaban a las puertas de los corrales o casas las sillas bajas de eneas o banquetas, donde se sentaban a saborear un buen trozo de sandía o melón que la gente enfriaba metiéndolos en los cubos para sacar el agua y dejándolos durante horas en el fondo. Allí solían hacer tertulia los vecinos entre chácharas y a veces entre cantes y bailes si el día era de fiesta. Se arracaban al cante al rasjeo de la guitarra, mientras que los niños jugaban a “piola” y las niñas a la “gallinita ciega”, o “cortar la calle para que no pase nadie”.
("Solo de guitarra en una noche calurosa" - Enrique Simonet 1906)
Tertulias que duraban hasta altas horas de la madrugada, esa hora en la que por fortuna el calor da un ligero respiro que les permitía ir a sus catres, o la manta que habían extendido al lado de un arriate, a dormir las escasas horas que les quedaban hasta el amanecer, para emprender de nuevo la lucha contra el astro rey.
Siento que sea tan largo. Pero lo podeis leer por entrega.
Pero es tan curioso que no he querido recortarlo.
¡Leed, coño, que la lectura no mata a nadie!
Amaly
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De: Amaly |
Enviado: 09/11/2019 17:21 |
Cerámica musulmana
El arte de la cerámica pronto se expandió fuera de las tierras del Islam Oriental, y especialmente a Al-Andalus a través de las relaciones directas del Califato cordobés con Bagdad, e incluso a través de Egipto. Las ciudades de Al-Andalus se convirtieron en importantes centros de producción y exportación, y, a través de ellas, la cerámica musulmana se difundió por todo el occidente europeo.
Las técnicas utilizadas eran semejantes a las orientales, pero con aportaciones propias. La cerámica popular se decoró exclusivamente con ornamentos añadidos (engobe) o con esgrafiados, en tanto que, para las vasijas de lujo, los procedimientos más empleados fueron el vidriado y el reflejo metálico. En la época nazarí se llegó a una gran perfección en el procedimiento de las cuerda seca, consistenta en separar los colores, para que no se mezclaran curante la cocción, mediante unos contornos de sulfuro de manganeso que dibujaban una serie de pequeños compartimientos o celdillas
También se utilizó, en la llamada cerámica verde y morada, la técnica de la decoración bajo cubierta, consistente en aplicar un engobe no vitrificable sobre la arcilla cocida, engobe sobre el que se pinta la decoración que recibe un último barniz. La cerámica del período califal omeya recibió la influencia oriental Abasí y es probable incluso que trabajasen alfareros orientales en Al-Andalus. Aunque así no fuese, las ruinas de Medina Azahara son testimonio de la presencia de la cerámica del Iraq con sus típicas decoraciones animalísticas, figuras humanas e inscripciones cúficas. Estos mismos temas, junto con los atauriques y arabescos, decoran la cerámica con motivos verdes y policromados.
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De: Amaly |
Enviado: 09/11/2019 17:23 |
Sevillanas flamencas Autores: Isidro Muñoz y José M. Évora
Me voy a hacer unos zapatitos del ala de mi sombrero, muy finos y muy flamenquitos que es muy flamenco mi zapatero. Que resuenen mis pasitos, que es muy flamenco mi zapatero. Me voy a hacer unos zapatitos del ala de mi sombrero. No los he visto más bonitos que mis zapatitos nuevos que es muy flamenco mi zapatero. Ya se van los marineros, madrugaíta con pan de telera, madrugaíta se van pa la mar, ya se van los marineros. Y el motor rompe el silencio, madrugaíta se van pa la mar, madrugaíta con pan de telera, y el motor rompe el silencio. Ay mi barrio marinero, mi barrio, mi barrio. Dame la mano, dame súbete a mi barquilla, flamenca dame la mano, dame la mano, dame. Dame la mano, dame, y súbete a mi barquilla que el vuelo de tus volantes salpica mi chaquetilla. Y el Guadalquivir dicen que dijo, si pudiera llegar hasta el Rocío, ay, mi río. Pa qué me llamas, prima, pa qué me llamas, si me crucifica que te mire, si me crucifica tu mirada. Si cuando me tienes te retienes y eres como el vuelo de tu enagua pa qué me llamas. Pa qué me llamas, prima, pa qué me llamas, si me crucifica, ay, pa que me llamas
Esto solo lo entendemos los sevillanos.
Amaly | |
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De: Amaly |
Enviado: 09/11/2019 17:37 |
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