El ritual para cocinar unas buenas migas extremeñas comienza la noche antes, cuando “las ponemos en un escurridor grande y añadimos por encima y despacio el agua con un poquito de sal”, insiste Pepi Candela. Minorista jubilada, asevera que el secreto está en “conseguir que estén húmedas pero no mojadas”.
Al día siguiente, mínimo una hora antes de la degustación - “el tiempo va en función de la cantidad de migas que se vayan a cocinar” - se debe calentar un poco aceite en una sartén honda para freír “tres cabezas de ajo, desgranadas en dientes pero con la piel, para que el aceite coja sabor”. Y en ese mismo aceite, nada más retirar el ajo, se añade la panceta hasta que quede “bien doradita”. “También es muy típico echarle chorizo, eso ya va al gusto de cada uno”.