Al principio, la culpa era de la prensa. Después fue de los gobernadores demócratas. A continuación fueron China, el expresidente Barack Obama y los inspectores generales de las agencias federales. Todos pasaron por el banquillo. Ahora le acaba de tocar a la Organización Mundial de la Salud.
Al enfrentar la pandemia de coronavirus, el presidente Donald Trump recurre una vez más a su consabida estrategia política: desviar, rechazar toda responsabilidad y culpar a los demás.
Buscando tomar distancia de la cifra de muertos que crece sin cesar, Trump recorre una larga lista de chivos expiatorios para distraer la atención de lo que los detractores llaman los errores de su gobierno para demorar la propagación del coronavirus en territorio estadounidense.
La estrategia depende de la convalidación de ciertos personajes de la prensa que lo apoyan y los republicanos, tal como ha sucedido en otras ocasiones en que la presidencia de Trump se ha visto en dificultades. Ahora es más urgente que nunca en medio de una crisis sanitaria como no se ha visto en 100 años, apenas siete meses antes de las elecciones.
La lista de los que Trump culpa es larga y variable:
Los gobernadores demócratas por presuntos malos manejos en la primera línea de fuego. La prensa, primero por exagerar la amenaza del virus y después por no reconocer lo bien que respondió el gobierno. Los inspectores generales federales, supuestos conspiradores para que la Casa Blanca luzca mal. El gobierno de Obama por no hacer los debidos preparativos. China, al principio absuelta de responsabilidad, luego acusada de encubrir información preocupante. Adicionalmente, ahora la OMS, a la que Trump amenaza con retenerle los fondos.
Trump mismo no reconoce error alguno.