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General: EL VIRUS DE LA FELICIDAD
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: SILA4141  (Mensaje original) Enviado: 14/04/2020 16:37

EL VIRUS DE LA FELICIDAD

 

Los planes de aquellos quienes ostentan el poder sobre el grueso de la población mundial parecieran no detener su cometido, tanto en su frecuencia como en su perversidad. La creación y puesta en marcha de conflictos ha significado, a lo largo de la historia, la herramienta que más y mejores resultados les ha generado en su misión por preparar la tierra, esa que germinará y terminará engendrando el odio y el temor que tan convenientemente se traducirá en la polarización y/o en la pasividad que tanto favorece a sus intereses. Nunca como hoy la frase: divide y vencerás, ha surcado los océanos y navegando con tal éxito sobre las venas abiertas de ríos y lagos, de los cuales solemos beber su agua, sin saber, o peor aún, conociendo lo que en ella habita.

El más flamante y ambicioso de sus proyectos nació con la llegada del invierno, durante esa época, en la cual la gente procura, en la medida de sus posibilidades, regocijarse en la compañía de aquellos a quienes aman.

Con años de trabajo a cuestas, en la que se dibujaba como la culminación triunfal de uno de los proyectos más deshonrosos de la historia, dentro de un laboratorio, una veintena de científicos, financiados por las esferas más altas del poder, recibieron luz verde para iniciar con la exposición de un virus que pretendían se convirtiera en el agente mortal que desembocaría en una pandemia que cobraría la vida de millones de personas a nivel mundial.

El efecto del virus comenzó a propagarse según lo pensado, los primeros pacientes comenzaron a presentar síntomas leves que incluían dolor de cabeza, tos y un poco de fiebre. Parecía que el siniestro plan avanzaba al pie de la letra, sin embargo, transcurridas las dos primeras semanas, pese a que las cifras de infectados tenían un crecimiento exponencial, la comunidad científica confirmó con enorme extrañeza que algo se salía totalmente de lo esperado.

No se tenía registrada una sola muerte. Los afectados ni siquiera se vieron en la necesidad de pisar una sala de urgencias, algunos analgésicos y un par de días de descanso solían ser más que suficientes para vencer los efectos poco invasivos del virus, para volver así, a lo que creían que era la normalidad.

La confusión de los medios masivos de comunicación, quienes como un perro de pelea esperaban la orden del amo para atacar y causar el mayor daño posible a la población, empleando sus primigenios protocolos de manipulación, se vieron frenados de tajo al no poder generar el tsunami de terror en la gente que históricamente tan buenos dividendos les había arrojado.

Los hilos del poder, a través de todas sus plataformas y en todos sus niveles, esperaban que después de transcurrido un mes las muertes se contabilizaran por miles, la planeación de la que sería la tormenta perfecta se había convertido para la población mundial en el inicio de una delicada llovizna que acariciaría el alma y los corazones de sus habitantes alrededor de los cinco continentes.

El objetivo primordial del virus era el de atacar a hombres y mujeres mayores de 60 años, creando una mortandad que superaría el 50% de los casos. En realidad, ese segmento de la población sería el que se vería directamente involucrado, sin embargo, no como las mentes diabólicas lo habían diseñado.

Una vez cumplidos los dos primeros días con los malestares anteriormente mencionados, con la gracia de una flor que se abre ante los rayos de luz de un nuevo día, un abanico de nuevos síntomas se manifestaron, creándose una onda expansiva como la que se genera al arrojar una piedra sobre un estanque.

El amanecer para las personas recuperadas traería para ellos la oportunidad de transitar nuevos caminos, así como también recorrer de nueva cuenta aquellos senderos olvidados en las arenas perdidas del tiempo.

A partir de ese nuevo día, sus lágrimas no se esconderían más en la superficie del silencio, sus ojos brillarían como la fuerza del relámpago, su voz se alzaría como el vuelo de una gaviota que con sus alas abiertas surca los cielos y acaricia con su pecho el movimiento de las olas.

Confrontarían a los fantasmas del pasado no sería más un evento traumático, harían las paces con ellos, caminarían juntos, tomados de la mano, agradeciendo por las enseñanzas adquiridas, reconociéndose a sí mismos gracias a los golpes del destino que los forjaron como el martillo al impactar con el acero y formar la más perfecta de las espadas.

El virus los convertiría en supervivientes, sus experiencias sombrías no los definirían más como víctimas. Se darían a la tarea de bajar el pesado costal que cargaron por décadas sobre su espalda, y una por una, extraerían las piedras, que al contacto con los vientos regeneradores, se transformarían en mariposas que revolotearían juguetonas sobre la hierba y partirían en invierno para regresar con la caída de las hojas de un otoño transparente, a la misma espalda que los sostuvo durante más de medio siglo, y una vez juntos, recordando las peripecias del ayer, sencillamente reirán.

 

 

Las secuelas del virus se volvieron regenerativas e irreversibles. Octogenarios y nonagenarios se reencontraron con el niño que solían ser, desbordando los límites en su capacidad de asombro, gracias a los pequeños grandes detalles que iluminaron con una cálida luz  la vitalidad  de su día a día.

            La lealtad a su corazón y la humildad de su alma salió de nuevo a flote, haciéndoles girar la cabeza para observar, que con cada amanecer, les esperaba en el jardín un caballete, con un lienzo en blanco y una paleta con pinturas de todos los colores. La oportunidad de seguir creando, gracias a la humedad de cada pincelada sobre su propio lienzo, los convirtió en artistas conscientes de la belleza de su obra existencial, dando paso a una realidad auténtica y significativa.

            El virus potenció sus envejecidos sentidos, ahora eran testigos del brillo de un cielo azul, de una noche tapizada de estrellas, del enamoramiento que proyecta el canto de un ruiseñor, del aroma del café durante las mañanas y la fragancia vespertina del jazmín y el nardo. De la revolución que se expande con la risa de un niño, de hablar sin temor con un desconocido, de buscar y encontrar las piezas del rompecabezas que formaron las entrañables imágenes de lo vivido.

            Y entonces los tiranos se jalaron de los cabellos al observar la rapidez con la que se propagaba el virus sin que pudiera cumplir su cometido original. Intentaron desesperadamente contener su avance, cerraron poblaciones enteras, limitaron el  libre tránsito de la gente, instauraron toques de queda e hicieron uso de los medios de comunicación y las redes sociales para sembrar el odio y el terror. Pero ya era demasiado tarde, como reguero de pólvora, el virus siguió su camino por cielo, mar y tierra.

            El virus, que en un inicio surtió efecto exclusivamente en personas mayores, proliferó hasta alcanzar todas las edades. Millones de cubrebocas y de guantes fueron arrojados a la basura junto con un cúmulo de miedos, de odios y deseos de conflicto.

Regresaron los abrazos, los saludos de mano en mano, las conversaciones a corta distancia, el poder compartir sin temor la comida y la bebida, así como los besos en todas sus presentaciones.

Dentro de la interminable red de mentiras y manipulaciones de los medios de comunicación, como portavoces de las esferas más altas del poder, existió una irrefutable verdad:

“El mundo y la vida, jamás volverían a ser iguales”

 

Iván Alatorre Orozco

11-Abril-2020



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Amaly Enviado: 14/04/2020 17:45


 
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