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De: Amaly (Mensaje original) |
Enviado: 21/04/2020 11:03 |
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De: Amaly |
Enviado: 21/04/2020 11:07 |
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De: Amaly |
Enviado: 21/04/2020 11:09 |
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De: Amaly |
Enviado: 21/04/2020 11:18 |
La poesía era el punto central de toda la vida intelectual de los andaluces. Durante seis siglos, por lo menos, fue cultivada con tal celo y por tan gran multitud de personas que el mero catálogo de los poetas arábigo-hispanos llenaría tomos en folio.
El don de improvisar era frecuentísimo, pues hasta el gañán que iba tras el arado hacía versos sobre cualquier asunto y también los califas y los príncipes más egregios nos han dejado algunas poesías como testimonio de su talento. Cualquier obra, que trata de los reyes grandes de Andalucía recoge también sus dotes poéticas.
La situación de las mujeres en España era más libre que en los otros pueblos mahometanos. En toda la cultura intelectual de su tiempo tomaban parte las mujeres y no es pequeño el número de aquellas que alcanzaron fama por sus trabajos científicos o disputando a los hombres la palma de la poesía. Tan alta civilización fue causa de que se les tributase en España una estimación que jamás el oriente musulmán les había tributado.
Mientras que allí, con raras excepciones, el amor se funda sólo en la sensualidad, aquí arranca de una más profunda inclinación de las almas y ennoblece las relaciones entre ambos sexos. A menudo el ingenio y el saber de una dama tenían poderoso atractivo para sus adoradores, como sus prendas y hechizos corporales, y una inclinación común a la poesía o a la música solía formar el lazo que ligaba dos corazones entre sí. Como testimonio de lo dicho, los cantos de amor de los árabes andalusíes manifiestan, en parte, una pasmosa profundidad de sentimientos. En los movimientos y voces del alma de estos cantares se halla una mezcla de blandos arrobos y de violentas pasiones.
Si examinamos ahora algunos cantos de amor de diversos autores, veremos la variedad de tonos que hay en ellos. Una idea que se repite a menudo en la poesía de aquella época es la de que dos amantes se ven mutuamente en sueños durante la ausencia, y así hallan algún consuelo en su aflicción.
Ibn Jafaja (1058-1138) canta:
Envuelta en el denso velo
de la tenebrosa noche,
vino en sueños a buscarme
la gacela de los bosques.
Vi el rubor que en sus mejillas
celeste púrpura pone,
besé sus negros cabellos,
que por la espalda descoge,
y el vino aromoso y puro
de nuestros dulces amores,
como en limpio, intacto cáliz,
bebí en sus labios entonces.
En perlas vertió el rocío,
que de las sedientas flores
el lindo seno entreabierto
ansiosamente recoge;
Rosas y jazmines daban
en pago ricos olores.
Mas para ti y para mí,
¡oh gacela de los montes!,
¿qué más rocío que el llanto
que de nuestros ojos corre?
El poeta Ibn Darray (958-1030) expresa el mismo pensamiento más sencillamente:
Si en los jardines que habita
me impiden ver a mi dueño,
en los jardines del sueño
nos daremos una cita.
Muchas de las poesías eróticas de los andalusíes son más bien la expresión inmediata del sentimiento, un ingenioso juego de palabras y una multitud de imágenes acumuladas por la fantasía y el entendimiento reflexivo. A esta clase pertenecen las composiciones que voy a citar.
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José Cruz Herrera |
Del poeta Ibn Baqi (m. 1145):
Cuando el manto de la noche
se extiende sobre la tierra,
del más oloroso vino
brindo una copa a mi bella.
Como talabarte cae
sobre mí su cabellera,
y como el guerrero toma
la limpia espada en la diestra,
enlazo yo su garganta,
que a la del cisne asemeja.
Pero al ver que ya reclina,
fatigada, la cabeza,
suavemente separo
el brazo con que me estrecha,
y pongo sobre mi pecho
su sien, para que allí duerma.
¡Ay! El corazón dichoso
me late con mucha fuerza.
¡Cuán intranquila almohada!
No podrá dormir en ella.
De Umayya Ibn Abu-as-Salt (m. 1064), A una bella escanciadora:
Más que el vino que escancia,
vierte rica fragancia
la bella escanciadora,
y más que el vino brilla en su tersa mejilla
el carmín de la aurora.
Pica, es dulce y agrada
más que el vino su beso
y el vino y su mirada
hacen perder el seso
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:15 |
Cultura es primariamente, según algunos autores, un sistema de actitudes ante la vida que tenga sentido y eficacia. Podríamos decir que una cultura consigue resolver los problemas vitales mediante un repertorio de actitudes, maneras, comportamientos y visión de la realidad que se van desarrollando en un pueblo a través de sus historias, las mismas que hacen su Historia.
La cultura andaluza es una de las más antiguas de Europa, y es de todos los pueblos españoles el que posee una cultura más propiamente suya. Es, el andaluz, uno de los pueblos que mejor se conocen y se saben a sí mismo.
Nuestra cultura, si hacemos caso de ciertas teorías, tiene características fundamentalmente campesinas, sus raíces se hincan en campo, es agraria. Lo peculiar no es que se cultive el campo, si no que la agricultura sirve de inspiración para el cultivo de la persona.
La táctica que se ha empleado siempre en Andalucía ante el ataque brutal ha sido ceder de manera que el agresor no encuentre fuerza donde apoyar su ímpetu y cae este por sí mismo en la deleitosa blandura y encanto de la refinada y suavísima manera de ver la vida del andaluz.
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:16 |
Como dice el celebrado himno que canta la parroquia sevillista, “cuentan las lenguas antiguas...” que cuando se aposentó en nuestras tierras la dueña del mundo: “Roma triunfante en ánimo y nobleza”; no pasó mucho tiempo sin que saliera de la llamada por ellos Bética, provincia senatorial, un fuerte impulso renovador que fecundó e impregnó el Imperio romano con savia de nuestro pueblo : Séneca, Trajano, Adriano, en el aspecto humano y en el aspecto económico, minerales, cereales, aceite y vino. Qué os voy a contar, aunque grato es recordarlo. Para mayor abundamiento: visigodos que en tan poco tiempo de estancia nos deja el saber andaluz y universal de San Isidoro,… y árabes, de quienes recibimos el nombre, Al-Ándalus, a estos hay que echarles de comer aparte. Nuestra relación con los árabes, y también con los judíos data de muchos siglos. En este período Andalucía llega al más alto grado de refinamiento cultural de la época en todos los aspectos; no olvidemos que desde aquí se traduce y transmite toda la filosofía griega a los confines de Europa, de donde nace después la ciencia moderna.
La epopeya de América y su descubrimiento sale de Andalucía. Son grandes siglos de expansión colonial; la lengua que se habla en esos pueblos hermanos de vocablos y entonación es andaluza. Otros estilos como el barroco, el romanticismo, tienen un profundo desarrollo e impronta en nuestras ciudades, de hecho se habla de un barroco andaluz y de un esplendor del renacimiento en Andalucía.
Las Cortes y la primera Constitución democrática, la Pepa, se fraguan en Cádiz; cuando Italia introduce las ideas anarquistas por Cádiz, ya en Jerez existían las Comunas y hasta el incontestable catedrático Manuel Ruiz Lagos afirma existir en Andalucía un socialismo “indígena” o autóctono,… y un largo etcétera que todos conocéis y que me limito a recordar.
Dicen que cuando las tropas napoleónicas traspasaron Despeñaperros y vieron por primera vez las tierras andaluzas, les produjo tal efecto de entusiasmo que poniéndose de rodillas descargaron sus fusiles al cielo en salvas y saludos de admiración. Parece un mito pero no me sorprende.
¿Es posible que después de esta pequeña panorámica por las alamedas del pasado, tengamos los andaluces esa fama de vagos, pasivos, indiferentes, influenciables y sin intervenir de una forma determinante en la historia?. Más bien diría lo contrario; sostengo la teoría de que Andalucía y los andaluces, hemos influido y aportado más a los pueblos y culturas que aparentemente nos han invadido, que cualquier otro pueblo de España.
No es cierto que Andalucía se romanizó, que se arabizó, que se hiciera castellana,… pues todas las sociedades, pensamientos, culturas o creencias se andaluzaron o tomaron de aquí lo que les sirvió para sus brillos.
Sin embargo, y así nos va, hemos recibido poco en contrapartida, y al decirlo no me mueve el rencor, ni el resentimiento, sino un poco de tristeza por la falta de comprensión. Para el que suscribe, ser andaluz y vivir en esta bendita tierra es una gracia, un don regalado, una maravillosa suerte del destino, de la providencia, de Dios o como le queramos llamar según las creencias o descreencias de cada cual.
-Algunos rasgos de nuestra cultura-
Cultura es primariamente, según algunos autores, un sistema de actitudes ante la vida que tenga sentido y eficacia. Podríamos decir que una cultura consigue resolver los problemas vitales mediante un repertorio de actitudes, maneras, comportamientos y visión de la realidad que se van desarrollando en un pueblo a través de sus historias, las mismas que hacen su Historia.
La cultura andaluza es una de las más antiguas de Europa, y es de todos los pueblos españoles el que posee una cultura más propiamente suya. Es, el andaluz, uno de los pueblos que mejor se conocen y se saben a sí mismo.
Nuestra cultura, si hacemos caso de ciertas teorías, tiene características fundamentalmente campesinas, sus raíces se hincan en campo, es agraria. Lo peculiar no es que se cultive el campo, si no que la agricultura sirve de inspiración para el cultivo de la persona.
La táctica que se ha empleado siempre en Andalucía ante el ataque brutal ha sido ceder de manera que el agresor no encuentre fuerza donde apoyar su ímpetu y cae este por sí mismo en la deleitosa blandura y encanto de la refinada y suavísima manera de ver la vida del andaluz.
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:19 |
Dicen que uno de los aretes que suelen servir para ajustar el lienzo blanco que cubre la cabeza en los países árabes, es por la perdida de al-Andalus por parte de los musulmanes allá por el siglo XV, aunque su perdida real comenzara mucho antes. El arete negro es señal de luto.
Dicen que un rey moro de Granada lloró cuando entregó su reino a los reyes cristianos venidos del norte. Dicen que se llora como un chiquillo cuando tienes que partir para buscarte las habichuelas, al ver alejarse la costa de Andalucía o los montes de Sierra Morena. Dicen que Blas Infante, no quería morir porque no volvería a ver amanecer en su querida tierra, y ya no podría llorar más por la miseria que reinaba en su Andalucía. Tanto orgullo y tanta gana de lucha reflejada en una mano ensangrentada. Dicen que Lorca y tantos otros aun penan porque algunos desalmados cercenaron su derecho a respirar el aire del Sur que les daba la vida y la inspiración. Dicen que Velázquez se apenaba de ir perdiendo su acento a medida que viajaba por toda Europa y pintaba cuadros en Madrid, idéntico lamento al de Antonio Gala y su poesía. Dicen que todos penan al ver nuestra tierra vilipendiada y abandonada a su suerte.
Dicen que hay tantas familias pasando necesidades en nuestra tierra, como luceros centellean en la noche andalusí. Dicen que pronto mejoraremos y sin embargo las lágrimas de esas madres viendo a sus hijos, sin trabajo, locos de desesperación, están a punto de convertirse en un afluente más del río grande. Dicen que el bienestar del pueblo es su gran misión, mientras sus faltriqueras rebosan dineros. Dicen que son la solución a todos nuestros problemas, cuando jamás han derramado una lágrima por nuestra gente. Dicen que no habrá problemas de aguas, nuestros lloros lo harán posible. Dicen que nuestros problemas tienen solución, mientras los parados no hacen más que aumentar, las angustias acrecentarse, y las filas de los necesitados pidiendo un plato de comida… hacerse interminables. Dicen que el pueblo andaluz, ya no llora, porque se le han secado las lágrimas.
Yo lloro por mi gente, por los andaluces que no tienen un plato de comida. Por los andaluces que no pueden pagar su hipoteca. Por los andaluces que no pueden ir a trabajar. Por los andaluces que tienen que marchar, sin saber cuando podrán regresar. Yo lloro por nuestro futuro, porque no parece halagüeño. Yo lloro por todos aquellos que ya no pueden llorar, y sin lugar a dudas, al ver como tienen a su gente, volverían a morir de pena. J.M. Sánchez
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:21 |
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TORRE DE LA CAUTIVA, ALHAMRA (Páginas Árabes) | Torre situada en el camino de ronda de la muralla, fue conocida en el siglo XVI como de Torre de la Ladrona y de la Sultana. Se cambió su nombre por el de la Cautiva porque se pensaba que en ella vivió Doña Isabel de Solís, convertida al Islam con el nombre de Zoraya, favorita del rey Muley Hacén.
Se accede a la planta baja por un pasadizo que nos lleva a un patio con galerías abiertas por arcos peraltados festoneados en tres de sus lados, con impostas de mocárabes. Este patio comunica con una sala cuadrada a través de un arco doble de mocárabes, la cual presenta un artesonado del siglo XIX y unos camarines con balcones al exterior. Las inscripciones de sus paredes nos revelan su importancia defensiva dentro del conjunto, y su carácter de torre-palacio de gran belleza.
Cronología: fines del siglo XIII, aunque es renovada y adecuada para vivienda en la época de Yusuf I en la primera mitad del siglo XIV.
A destacar: Es una torre-palacio, o Qalahurra, donde se combina el carácter defensivo en su exterior con vivienda en el interior.
Ésta torre que ha recibido diferentes denominaciones a lo largo de su historia: de la Ladrona, de las Damas y de la Sultana. Desde mediados del siglo XIX se la conoce como de la Cautiva, por la leyenda literaria romántica, de que en ella estuvo prisionera Dª Isabel de Solís, que posteriormente sería sultana con el nombre de Zoraya.
La Torre de la Cautiva apenas se diferencia exteriormente del resto. Sin embargo, el interior de ésta es uno de los espacios de habitación más destacados de la Alhambra por su decoración. Se trata de una torre-palacio, o Qalahurra, cuya estructura y distribución es la misma que la de las casas y palacios del Conjunto Monumental.
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TORRE DE LA CAUTIVA, ALHAMRA (Páginas Árabes) |
Este espacio, junto con el Salón de Comares, atesora el más complejo programa decorativo de la Alhambra. Un poema inscrito en la sala, que comienza en el ángulo izquierdo de la misma, nos da la clave para entenderla:
«Esta obra ha venido a engalanar la Alhambra;
es morada para los pacíficos y los guerreros;
Calahorra que contiene un palacio
¡Dí que es una fortaleza y a la vez mansión para la alegría!
Es un palacio en el cual el esplendor está repartido
entre su techo, su suelo y sus cuatro paredes;
en el estuco y en los azulejos hay maravillas,
pero las labradas maderas de sus techos son aún más extraordinarias….».
(trad. de Mª Jesús Rubiera)
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:22 |
POR LAS CALLES DE LA ALCAICERÍA...
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LOS RINCONES MÁS BELLOS DE GRANADA | FRAGMENTO: ¿Tú sabes lo que significa la palabra “alcaicería”? Tampoco sé si aprendiste esto. Quizá no porque, en Granada, casi es obligatorio aprender el significado de muchas, muchas palabras. Hay tantos nombres que derivan de otras lenguas que es muy difícil saberlos todos. Pero sé que este juego, esta parcela de cultura, a ti te gusta. Porque casi directamente se relaciona con lo que estudias. Así que en Granada sí hay, para ti y otras personas, un filón de palabras con muchos y bellos significados. Por ejemplo, la que te vengo preguntando. La palabra “alcaicería”, dicen que deriva del árabe al-gaisariya y significa serie de lonjas o almacenes. Pero el origen de esta palabra árabe, es latino. Del ár. hisp. alqaysaríyya, y este del lat. Caesarĕa, por levantarse tales edificios por privilegio imperial. Cuando el Emperador Justiniano cedió a los árabes el derecho de vender la seda, estos expresaron su gratitud llamando a estos mercados "al-Kaysar-ia", "el lugar de Cesar". En la alcaicería granadina se vendía la seda cruda o en rama y existía una aduana o casa pública donde se presentaba la seda para el pago de los derechos que tenían establecidos los reyes moros. El 19 de julio de 1.843 se produjo un incendio de grandes proporciones y ardió toda la alcaicería. Una réplica, mucho más pequeña y en estilo neo-morisco entonces en boga, lo reemplazó, ocupando sólo una parte del espacio original. La Alcaicería, que fue el gran bazar de lujo de Granada, albergaba más de doscientas tiendas formando un laberinto de callejuelas y diez puertas que, cerradas con cadenas de hierro, para evitar el paso de los caballos y custodiadas por guardias, velaban por la seguridad de las mercancías valiosas y riquezas de la Alcaicería.
En este lugar, ahora hay muchas tiendas de souvenir. Es el barrio morisco de Granada, un autentico Zoco. La Alcaicería de hoy está dedicada a las tiendas de recuerdos turísticos, donde se vende la artesanía granadina: cerámica pintada, incrustación de madera o Taracea, faroles de cristal coloreado…
En fin, te he hecho esta pregunta porque, esta tarde, te he perdido por entre las pequeñas calles del rincón llamado Alcaicería. Te he visto entrar por la puerta de los dibujos árabes y he aguardado un rato. Imaginando que a lo mejor solo te has parado a ver algún escaparate. Esto te gusta mucho y lo encuentro normal. Tantas cosas son, por aquí para ti interesantes, que hasta los escaparates te resultan novedosos, divertidos, fascinantes.
Espero un rato, sin dejar de mirar para donde te has ocultado y, notando que sigues sin aparecer, continuo mis pasos. Desde el punto donde me he parado, justo en la entrada de la calle Alcaicería, rincón de Plaza Alonso Cano, avanzo y camino rápido. Para salirte al encuentro antes de que te pierdas más en el laberinto de las callejuelas del recinto. Porque tu calle, la pequeña y corta que avanza desde la plaza de los cuadros en azulejos, se cruza enseguida con la que yo he cogido. Las dos se junta justo donde empieza otra estrecha y fantástica callejuela llama Ermita. Quizá la más importante y bella de la Alcaicería de Granada.
La que llevo yo, también es muy estrecha. Todas las calles que surcan, van y vienen por el interior de este recinto, son cortitas, estrechas, altas y rectas. Tal como fueron las cosas en los primeros tiempos. Para que las tiendas estuvieran unas muy cerca de las otras y para que, el ardiente sol de los veranos en estas tierras, no queme tanto. En estas callejuelas siempre hay sombra, a cualquier hora del día. Lo mismo que esta tarde. Pero hoy, además, casi todas las callejuelas de la Alcaicería, tienen un aliciente nuevo. Toldos en la parte de arriba para que el sol no entre nada, nada. Los pusieron, creo, para el día del Corpus, antes de que te fueras de Granada. Y, en algunas calles del centro, no los han quitado en todo el verano. Otro detalle más que tiene esta ciudad para los que en ella vivimos y para vosotros los extranjeros. Os llama mucho la atención cosas como estas. Y, a ti, más. Recuerdo que un día me dijiste: - Callejuelas tan estrechas como las que hay en esta ciudad no las vi nunca en mi país. Como allí todas las tierras son llanas, Rusia es casi toda llana como la palma de la mano, las calles de las ciudades son anchas, muy anchas. Grandes avenidas, muchas veces solitarias y con estatuas enormes. Ni los jardines ni las fuentes son como los que tenéis aquí.
Avanzo rápido por la estrecha callejuela y ni siquiera me entretengo en mirar las cosas. Hay muchas. Tantos escaparates o más como en la calle por la que creo que vienes. Y, mientras avanzo, miro muy interesado, buscándote entre la gente. ¡Cuantos turistas hay por aquí esta tarde! Son tantos que ni siquiera se puede ir un poco aprisa. Porque los turistas, los que se pierden, van y vienen por estas estrechas callejuelas, no tienen prisa. Se dedican a mirar escaparates, a entrar a las tiendas, a comprar, tocar, charlar… Y también esto es normal. En el fondo, este singular rincón de Granada, no es otra cosa que un gran escaparate para los turistas. No solo para que compren cosas sino también para que, caminen despacio, charlen, toquen, huelan…
Realidades que a mí también me habrían gustado mucho vivir, al menos alguna vez, en el tiempo que estuviste en Granada. ¿Sí viniste tú por aquí algún día? ¿Sola, acompañada de tu amiga, la profesora de ruso, con tus compañeras de residencia, con tus amigos de clase? Al menos, sí sé que sabes que, la Alcaicería de Granada, es algo que visitan todos los que vienen a esta ciudad. Por eso estoy seguro que la visitaste y quizá más de una vez. ¿Compraste las mismas cosas que compran todos? ¿Alguna estatuilla de madera, algún anillo de plata, un pañuelo de gitana, la bandera española, un libro de Granada, un disco de música flamenca? JOSÉ GOMEZ MUÑOZ
Capítulo del libro "Desde Granada para ti", y aclaro que este libro es el tomo segundo de una trilogía lírica dedicada a un tema especial, por los rincones de la ciudad de Granada. Los títulos de los tres libros son:"Tus últimos días en Granada". "Desde Granada para ti". "El joven de la túnica blanca".
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:23 |
LA DIETA Y LA GASTRONOMÍA EN AL-ÁNDALUS. El buen político es el buen padre de familia, y éste el buen médico
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MÉDICOS ANDALUSÍES |
La dieta es la base del tratamiento, o incluso todo el tratamiento, si la enfermedad no pide recursos más enérgicos. Y, en tanto que preventiva de la enfermedad, la dieta se configura como higiene, cuyas reglas se ordenan según la peculiaridad biológica del individuo, su actividad o profesión, y la estación del año.
El médico musulmán agregará, además, como complemento de la antropología fisiológica su concepción biológica u organísmica de la sociedad de los hombres, es decir, ésta es entendida como un organismo susceptible de perfección, en el cual el rey es el corazón; su lugarteniente el cerebro; su tesoro la memoria y la imaginación; los informadores de lo que acontece, los sentidos; y los servidores de la cocina, los proveedores de víveres y los informadores de los gastos, el hígado. Paralelamente, el buen político es el buen padre de familia, y éste el buen médico.
Así argumenta el médico granadino, Ibn al-Jatib (1313-1374) en su Libro de Higiene:
"Has de saber que el ser humano -según ha sido establecido en el lugar pertinente- es como un reino en sí mismo independiente. El rey es el corazón. El senador, la capacidad reguladora de su fortaleza y de sus tesoros, es decir, el cerebro. La memoria su tesoro. La imaginación, el encargado de llevarle las noticias y el que las eleva a su sitio de honor. Los cinco sentidos son su ejército, que se reparten para la custodia de las distintas regiones del reino y de las zonas de las provincias, estando al servicio de lo que pueda acontecer a éstas..... Las capacidades naturales, que están en el hígado, son los servidores de los gastos..... De esta forma llega todo por el camino del conocimiento, que es el nervio, hasta la fortaleza..... lega al sentido común. Este decide el asunto después de la detallada exposición del secretario, es decir la imaginación, y lo prepara para el ministro, o sea, la capacidad reflexiva...."
Y sigue el recorrido, según la gravedad del asunto, por la memoria, la voluntad, órganos, músculos, comprobación de la noticia y actuación en consecuencia.
En distintos apartados de su Libro de Higiene afirma:
El nutriente fue creado con un alimento y un orden establecido con el fin de prolongar su permanencia en la vida en el mejor estado posible de salud, y no fue creado para estar dañado... por ello debe seguir la máxima que establece el sabio: la gente vive para comer y yo como para vivir...
Los apetitos son el arma del demonio, los males del mundo, del hombre, los enemigos del alma y del cuerpo sin distinción de generaciones, épocas, regiones o países, los que transgreden en los seres los límites de la equidad y los desvían de sus sendas... lo mismo que los deseos del espíritu están dispuestos al infortunio en la vida eterna, así también, los apetitos a los que aquí nos referimos se hallan predispuestos al infortunio presente. Cuán excelente es el que dice: ¡Oh el que come siempre que lo deseaY trata de injuriar a la medicina y al médico!Todo fruto que plantas, recolectas,observa, pues, la enfermedad próximaporque la dolencia de cada día está vinculada
con los alimentos del mal como los pecados.
Dice Averroes en su opúsculo “sobre la conservación de la salud”:
La preservación de la salud depende de dos cosas: el cuidado de la buena digestión y el cuidado de la evacuación de los excedentes del cuerpo. El primer objetivo se logra seleccionando los alimentos adecuados para el organismo tanto en calidad como en cantidad, y el momento conveniente de su ingestión y distribución. El segundo, la evacuación de los excedentes ha de cuidarse tanto como el primero, y se efectuará de dos maneras, esto es, mediante el ejercicio o mediante la ingesta de medicamentos que expelan los excedentes del cuerpo.
La medicina árabe demandaba la necesidad de un nutriente que sustituya, reemplace y compense las partes que del cuerpo se desintegran en humo, vapor, orina, sudor y desecación interna, a través de un proceso de asimilación de los alimentos a la naturaleza propia del organismo; pero condena el exceso de la ingesta o de cualquier otra acción en prosecución de obtener una vida saludable.
De este modo afirma, Razi (865-932), en su libro de la Introducción al arte de la medicina (p. 141):
“los tipos de causas generales asociados a la salud y a la enfermedad, a las que los antiguos llaman el germen de los alimentos son: aire, comida y bebida, sueño y vigilia, reposo y movimiento, inanición y repleción, y los estados anímicos - algunos añaden el coito y el baño...
Estos elementos cuando están dispuestos en la medida adecuada tanto por lo que atañe a la calidad como a la cantidad, y son utilizados en el momento preciso, preservan la salud y la originan. Pero si se emplean en contra de ese equilibrio, guardan la enfermedad y la originan”.
Y Averroes (1126-1198), al glosar el Poema de la medicina de Avicena dice:
“la necesidad del alimento viene demandada por la calidez ígnea de la que el ser se compone, y al igual que el fuego en tanto que así es necesita de un combustible permanente porque en otro caso se apagaría, el cuerpo del animal requiere también un nutriente de manera constante, que será en mayor cantidad en los niños dado que al poseer sus cuerpos una mayor calidez -como dice Hipócrates- realizan mayor combustión; les siguen los jóvenes, después los adultos, y posteriormente los ancianos, quienes al poseer escasa calidez, requieren poco combustible”.
Extractos de " LA DEUDA OLVIDADA DE OCCIDENTE ".
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:26 |
LA MESA DE HARUN AL-RASHID Y EL VUELO DE ZIRYAB A QûRTUBA
Es en tiempos del califa Harun al-Rashid (763-809), Harun el Justo, la edad de oro de los califas abbasíes, cuando la cocina ocupó un lugar entre las artes y las ciencias, conociendo desde entonces un desarrollo sin precedentes. Los sabores variados y sofisticados, cuyos perfumes y aromas se funden con los cuentos de Las Mil y Una Noches, caracterizan la cocina de las ricas residencias y palacios de aquel califa. Sus banquetes consistían en una suntuosa presentación y un refinamiento extremo y seguía los dictados de la tradicional hospitalidad árabe.
Bagdad, fundada en el 762 y llamada la Ciudad de la Paz (hoy dolorosamente sabemos que no es así) fue, en tiempos de al-Rashid, la más grande, la más rica y civilizada urbe de Oriente Medio. Enclavada en el cruce de las rutas de la seda y de la pimienta de China, de las perlas y de las piedras preciosas de la India, de las maderas desconocidas y del marfil de África, del cuero y de las pieles de las tierras del Norte y de los esclavos provenientes de todas partes del mundo conocido hasta entonces, Bagdad disfrutó de todas las riquezas materiales de la época.
La cocina arábiga aparece descrita en una serie de textos consagrados enteramente a ella, libros de cocina y poemarios. Al iraní Abu Nuwas (747-815), poeta de la corte de Harun al-Rashid y considerado el más grande de su tiempo, se le atribuye una recopilación de versos báquicos, Khamriyyat, dedicada íntegramente al vino. Algunos califas incluso organizaban en sus banquetes concursos poéticos de tema culinario. En el Kitab al-Tabiji (1226) de Muhammad al-Bagdadí, se menciona por vez primera una especie de moussaka, presentándose un plato consistente en berenjenas gratinadas y carne de cordero picada. Importantísima en la bibliografía culinaria de Oriente Medio es la obra Kitab al-Wusla ila-al-Habib fi Wasf at-Tayyibati wa-t-Tib (El libro de la unión con el amigo a través del buen comer y los perfumes), escrita a mediados del siglo XIII por Ibn al-Adim, sobrino nieto de Saladino, el más alto ejemplo caballeresco de honor, sabiduría y buen juicio. La cocina califal comprendía una multitud de platos minuciosamente elaborados a partir de los más variados ingredientes, servidos en los fastuosos salones del palacio, decorados con flores y pétalos y perfumados con incienso de las más diversas esencias. Música, baile, acrobacias y poesías formaban también parte del menú.
Los convidados, sentados sobre alfombras, se apoyaban en cojines de seda y de cuero junto a mesitas individuales formadas por grandes platos de cobre y plata sobre patas esculpidas en madera. Antes del festín, los invitados acostumbraban a lavarse las manos en agua perfumada de rosas o de limón. Lo más correcto era comer con la mano derecha (eso sí, si el invitado no era manco). Los postres eran servidos en una sala adyacente al salón del banquete y, entre expresiones artísticas, se acompañaban de bebidas dulces, siropes e incluso vino, bebida ilícita para la ley islámica pero aún así consumida en las sobremesas cuando los invitados se relajaban y el alcohol contribuía a la agudeza en las conversaciones y en los versos, propiamente tabernarios, como los del magnífico Omar Khayyam (1048-1131), un canto de etílica libertad enfrentado al rígido criterio de la autoridad religiosa:
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:28 |
Puedo renunciar a todo, salvo al vino,
puedo reemplazarlo todo menos a él.
¿Me haré musulmán para maldecir a todos los vinos?
No, pues sin él no soportaría ser musulmán.
Omar Khayyam. Rubaiyat, IV
Cuando haya muerto, lavad mi esqueleto con vino
y sobre mi tumba, en lugar de rezos, entonad canciones,
y, si me buscáis en el último juicio, me hallaréis en el polvo
delante de la taberna.
Omar Khayyam. Rubaiyat, VI
Si me postro a los pies del Ángel de la Muerte
como un pájaro desplumado para expiar mi vida,
fabricad una botella de vino con mis cenizas
y quizá el espíritu de la uva me despertará
Omar Khayyam. Rubaiyat, VI
Esta cocina arábiga, siguiendo los dictados de la cocina persa, hacía gran uso de las legumbres, de las frutas, de las verduras y de los frutos secos que llegaban a Bagdad de todos los rincones del Califato. El espárrago, importado de Siria, hacía las delicias de la corte y una gran cantidad de verduras como las berenjenas, calabazas, pepinos, coliflores, espinacas, habas verdes, garbanzos y demás leguminosas conformaban la base de platos espléndidos y de ensaladas innumerables.:
Ensalada de Puré de Berenjenas
5 berenjenas, 3 cucharadas de puré de semillas de sésamo molidas (tahina), 2 cucharadas de yogur, 2 cucharadas de aceite de oliva, 1 limón, 1 diente de ajo, sal y pimienta.
Lavar las berenjenas (es mejor usarlas maduras) y pincharlas con un cuchillo. Asarlas a la brasa o en el horno hasta que queden blandas. Pelarlas y reducir a puré muy fino. Aliñar el puré con la tahina, el yogur, el zumo de limón, el ajo machacado, el aceite, la sal y la pimienta. Servir el puré frío sobre una corona de hojas de lechuga, pepino y garbanzos cocidos.
Cebollas, ajo, nabo silvestre y fruta eran a menudo utilizados para la elaboración de sofisticados platos de carne. Las carnes más apreciadas en la corte califal eran el pollo, el cordero y el cabrito. Eran preparadas de distintas maneras, sazonadas y generosamente especiadas, inmersas en salsas de inusitada dulzura:
Carne de Paletilla de Cordero con Miel y Frutas Secas
800 grs. de carne de paletilla de cordero, 3 cucharadas de aceite de oliva, 1 cebolla, 2 dientes de ajo, 4 cucharadas de miel, 250 grs. de pasas, 125 grs. de orejones de albaricoques, 125 grs. de almendras y mezcla de especias (5 clavos, 6 granos de cardamomo, ralladura de jengibre, ¼ de cucharada de nuez moscada, 1 pizca de canela y 5 hebras de azafrán).
Triturar las especias y sofreírlas en aceite y añadir unas gotas de agua. Agregar la cebolla cortada en rodajas y el ajo machacado. Cuando la cebolla empiece a dorarse, añadir la carne de la paletilla cortada en trozos y saltearla hasta que se dore por todos lados y quede bien sellada.
Cocer el conjunto a fuego muy lento en una cacerola tapada y parcialmente cubierto de agua. Al cabo de 15 minutos, sacar el conjunto del fuego y añadir la miel, los orejones picados, las pasas y las almendras (previamente doradas en una sartén y trituradas). Poner la preparación en una terrina, tapar y meter en el horno (calentado previamente) a fuego lento una hora más o menos. Vigilar y añadir un poco de agua si se ve necesario pues la carne debe quedar tierna y no reseca. Cuanto más lenta y larga sea la cocción, mejor será la consistencia melosa de la carne. A la hora de servirlo, se puede acompañar de sémola de trigo a la mantequilla o arroz.
El pescado aparecía también en el menú, eso sí degustado generalmente frito en aceite o en mantequilla clarificada u horneado con frutas:
Dorada con Dátiles
1 dorada, 3 cucharadas de albahaca, 1 manojo de perejil, 4 chalotas, 1 cucharada de cardamomo en polvo, 2 cucharadas de aceite de oliva, 100 grs. de dátiles, 1 limón, sal y pimienta.
Para que la dorada se impregne mejor del perfume de las hierbas, debemos hacerle unas incisiones en la piel y colocarla varias horas sobre un lecho de albahaca, perejil y chalotas finamente picadas, rociada con un poco de aceite y el cardamomo desleído en agua.
Una vez bien empapada de aromas, poner el conjunto unos minutos al fuego, añadir los dátiles picados y un poco de agua. Pasados unos minutos, ponerlo todo, tapado, en el horno a fuego medio. Salpimentar y dejar en el horno de 30 a 40 minutos según el tamaño del pescado. Antes de servir, picar finamente la mezcla de hierbas y dátiles en que se ha cocido la dorada, dándole a ese picadillo forma de croqueta con una cuchara sopera para que sirva de acompañamiento del pescado.
Sin embargo son los pasteles, los dulces, los postres, los que construían un dulce final. Las gentes de Oriente Medio fueron las primeras en usar el azúcar de caña y el caramelo. Preparaban numerosas bebidas refrescantes a base de jarabe de azúcar perfumado al agua de rosas, a base de flor de azahar o de jazmín, zumos de frutas, bebidas a base de especias. Una gran selección de frutas frescas de las riberas del Tigris y el Éufrates y de frutas secas maceradas en agua de rosas era servida al acabar las comidas. Los artistas de la cocina arábiga, especialistas en el refinamiento del azúcar, transmitieron su secreto a los chinos quienes, a cambio, les enseñaron a crear sorbetes que acompañaran deliciosos caprichos, frutas escarchadas, confituras y pequeños pastelitos bañados en sirope o miel. Para aquellos a los que se les hace la boca agua mientras leen aquí presento unos deliciosos ejemplos prácticos:
Dedos de Zainib (Zenobia, mítica reina de Palmira del Sg.III d.C.)
250 grs. de sémola de trigo, 135 grs. de mantequilla, ¼ de cucharada de levadura en polvo, 3 cucharadas de agua de azahar, ½ cucharada de canela en polvo, 4 cucharadas de miel.
La pasta hay que prepararla con antelación para que leve. Para ello, amasar la sémola y la mantequilla ablandada añadiendo el agua de azahar. Obtener una masa homogénea antes de agregar la levadura. Después dejar reposar en un sitio cálido durante medio día completo. Una vez levada la pasta, preparar pequeñas medias lunas de pasta, largas y finas y hornear a temperatura suave durante unos 15 minutos.
Al sacarlas del horno, dejar enfriar para evitar que se partan las pastas. Una vez frías, colocarlas en una fuente, espolvorearlas con la canela y rociarlas con la miel calentada previamente. Hay que dejar que se impregnen con los perfumes de canela y miel
Bocados de Almendra y Clavo
500 grs. de almendras tostadas, 3 huevos, 100 grs. de azúcar, 1 pizca de clavo molido, 1 cucharadita de canela en polvo, 16 grs. de levadura de repostería, 8 grs. de vainilla azucarada, azúcar glas.
Triturar las almendras, reservando unas pocas para adornar. Verter el azúcar en un bol. Agregar los huevos, la vainilla azucarada y el clavo. Batir enérgicamente e incorporar las almendras picadas amasando hasta obtener una pasta homogénea. Agregar la levadura y dejar reposar. Una vez reposada, tomar pequeñas porciones de pasta, aplastar ligeramente, dar la forma deseada (medias lunas, estrellas o cuadrados) rebozar en azúcar glas y hornear a 150º C durante 10 minutos. Adornar cada porción con ½ almendra.
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:29 |
Buñuelos de Miel
125 grs. de harina, 1 dl de agua, 1 huevo, ½ limón, 8 grs. de levadura en polvo, aceite para freír. Para el almíbar: 750 grs. de azúcar, ¼ L. de agua, 1 cucharada de miel, 1 cucharada de agua de azahar, azúcar glas
Preparar la pasta de los buñuelos mezclando la harina, el agua, el huevo entero, la levadura y el zumo del ½ limón. Dejar reposar aproximadamente una hora
Preparar el almíbar dejando hervir el azúcar y el agua en un cazo durante unos minutos y, tras bajar el fuego, añadir la miel y el agua de azahar. El almíbar estará listo cuando se haya reducido el líquido y quede untuoso.
La fritura de los buñuelos se hará justo antes de servirlos, echando cucharadas de la pasta de buñuelos en aceite muy caliente. Al sacar los buñuelos ya fritos se sumergen en almíbar tibio hasta que queden totalmente impregnados. Después hay que colocarlos en una fuente y espolvorearlos con azúcar glass.
Sorbete de Rosas
¼ L. de agua, 225 grs. de azúcar, 2 cucharadas de agua de rosas, el zumo de 1 naranja, ½ yema de huevo, 2 cucharaditas de pimienta en grano.
La técnica del sorbete consiste en preparar un almíbar derritiendo el azúcar en el agua hasta que la mezcla alcance la ebullición. Sacar el almíbar del fuego y añadir el agua de rosas, el zumo de naranja y los granos de pimienta. Tras dejar macerar la pimienta unos 15 minutos, pasar la mezcla por un colador y dejar enfriar. Una vez fría la mezcla líquida, incorporarle la clara a punto de nieve y volcar el conjunto en una sorbetera. Una vez esté listo el sorbete, es preferible ponerlo en un molde en el congelador unas 2 horas antes de ser servido.
Todo este refinamiento, suntuosidad y adoración por sabrosos productos originarios de tan lejanísimas y míticas tierras llegaría pronto a las tierras de la mitad sur de Hispania de la mano de Ziryab el bagdadí, que vivió en Córdoba durante el largo reinado (unos treinta años) de Abd al-Rahman II (792-852). A él se debe la influencia oriental en la cocina andalusí, caracterizada hasta entonces por un recetario basado en las tradiciones culinarias de antigua herencia hispano-romana. Ziryab era hijo de libertos, un desterrado sin patria que vino a recalar a Córdoba y ya nunca quiso abandonar la ciudad. Ziryab cuando nació, estaba destinado a ser un comerciante menesteroso en los zocos de Bagdad, igual que sus padres, esclavos liberados por el califa abbasí al-Mahdi. A lo largo de los setenta años de su vida, se consagró a gustar los placeres de la música, del amor, de la comida, de la inteligencia y del vino. Ziryab practicaba muy tibia y respetuosamente las normas del Islam, y agradecía al azar que lo hubiera traído a esta tierra conquistada hacía más de un siglo por las huestes musulmanas. La música que Ziryab trajo a Al-Andalus sigue hoy viviendo en las nubas de los cantores marroquíes y en algunas modulaciones y desgarros, en el quejío y el pellizco flamenco que si tenéis suerte podéis escuchar por las calles de la Judería cordobesa o por el sevillano barrio de Santa Cruz.
El verdadero nombre de Ziryab era Abu al-Hasan Alí ibn Nafi y había nacido en Mesopotamia en el 789. Al parecer, le llamaron Ziryab porque su tez oscura y hermosa voz recordaban a un pájaro cantor de plumaje que tenía ese mismo nombre, ziryab, زرياب, mirlo. En Bagdad, la circular ciudad fundada en el desierto por los abbasíes, cerca de las ruinas babilónicas, fue discípulo del músico Ishaq al-Mawsulí (767-850), predilecto del califa Harun al-Rashid, cuyo nombre, como ya sabemos, ha perdurado en Occidente gracias a los cuentos de Las Mil y Una Noches. Al igual que el glotón Leonardo en el taller de Verrocchio, del que ya se ha hablado en este blog, Abu al-Hasan es el joven discípulo poseído por un arte, una gracia innata que pronto dejará atrás la experta técnica de su maestro. Para Ishaq al Mawsulí en el genio de Ziryab había algo de ingratitud e insolencia, pues él mismo, más que nadie, estaba dotado para admirar sin rencores, sin el odio oculto de hombre maduro y experto, al adolescente que alguna vez lo apartaría de la vida pública.
En cierta ocasión, el califa al-Rashid, musical devoto del arte sagrado de las melodías, aunque a veces los guardianes de la fe lo calificasen de impío, pide a Ishaq al-Mawsulí que llevara a su presencia a su mejor discípulo. Evidentemente, al-Mawsulí elige a Ziryab, confiando en que repetirá dócilmente las melodías que él le ha enseñado. Pero el chaval, cuando se encuentra ante el califa, demuestra una inusitada arrogancia y le dice “Sé cantar lo que otros saben pero además sé lo que otros no saben. Si quieres, cantaré lo que jamás ha escuchado nadie”. Ahí es nada. Al-Rashid, como es normal, quiso oír esa música desconocida. Abu al-Hasan cantó, pero renunció a usar el laúd de su maestro, y tocó el que él mismo había inventado, que no tenía cuatro cuerdas, como era habitual, sino cinco, la segunda y la cuarta de seda roja, la primera, la tercera y la quinta, de color amarillo, hechas con tripas de cachorro de león. El plectro con que las pulsó era una garra de águila y no una púa de madera como era lo normal. No se tienen noticias de cómo sonaría la música ni que sintió el respetable al oírla. Hecho el silencio, según se cuenta, pidió a Ziryab que cantara de nuevo, y que volviera a palacio al día siguiente a palacio. Pero el Mirlo nunca volvió. El único que supo el motivo de tal plantón al califa fue el ofendido maestro al-Mawsulí, bastante cabreado con su alumno por haberle ocultado la dimensión de su talento como músico y como luthier. Viendo que pronto el alumno sustituiría al maestro en las preferencias musicales del califa, le movió un afán de ira asesina que refrenó por el cariño que tenía al muchacho y le dio dos opciones, establecerse lejos, jurándole que nunca volvería a oír hablar de él o quedarse contra la voluntad de su maestro que entonces arriesgaría todo para quitárselo de en medio.
Ziryab, afortunadamente para él, pero sobre todo para nuestra mítica Al-Andalus, optó por el destierro a las tierras del Oeste. Su instinto musical y la perfección de su voz, que lo alzaron desde los arrabales bagdadíes hasta la presencia del Príncipe de los Creyentes, lo condenaron a una vida apátrida. Fugitivo de Oriente, como el mítico Abd al-Rahman I al-Dajil, el Inmigrado, deambuló durante años por Sham (Siria) e Ifriquiya (el norte de África), sin saber que el destino último de su Odisea sería la bulliciosa Qurtuba. Vivió en el Cairo, cruzó los desiertos egipcios y libios para establecerse en la ruda Qayrawan, capital del reino de los aglabíes. Llevó la vida errante del músico desafortunado y del poeta mercenario, pero a donde iba le precedía la gloria creciente de su nombre, y quien lo escuchaba ya no podría olvidar nunca el mágico timbre de su voz. Aseguraba que sus canciones se las dictaban en sueños seres angélicos. Se despertaba en la oscuridad súbitamente, encendía su candil y llamaba a su discípula (y concubina) Ghazlan, que imitaba con el laúd la melodía que él le iba enseñando mientras inventaba o recordaba las palabras del sueño.
En Qayrawan, en cuya intricada Medina pasé hace años con mi hermano Jesús algunas peripecias, Ziryab tuvo noticia del esplendor de Qurtuba, donde reinaba el emir al-Hakam I. El bagdadí le escribió solicitándose que lo acogiera en su corte, confiándole la carta a un mercader que se disponía a viajar a Al-Andalus. La repuesta del viejo emir no podía ser mejor, le invitaba a emprender inmediatamente el viaje hacia Qurtuba, pues había oído hablar de él y quería deleitarse con aquella voz incomparable y con aquellas canciones dictadas por los ángeles. Así, abandonó Qayrawan y cruzó el mar en una nave que lo llevó a Al-Yazirat. Allí mismo, ciento once años atrás, habían desembarcado los primeros musulmanes que revolucionaron la Península Ibérica. Pero, una vez en el puerto, en mayo del 822 se enteró de que el emir acababa de fallecer. Tan cerca de encontrar una vida apacible y de nuevo empujado a la incertidumbre del nomadismo musical.
Con treinta y tres años, consciente de la magnitud de su arte y cansado de gastarlo en ínfimas cortes de iletrados príncipes se sentía atrapado en el puerto de la desconocida Al-Yazirat Al-Hadra, la Isla Verde, Algeciras, la primera ciudad fundada en la Península Ibérica por los musulmanes. Sin embargo, se enteró de que alguien andaba preguntando por él, el músico judío Abu Nasr Mansur, que había venido a recibirlo en nombre del nuevo emir, Abd al-Rahman ibn al-Hakam, biznieto del primer omeya que reinó en Al-Andalus. Abd al-Rahman II se complacía en renovar la invitación de su fallecido padre y le enviaba con Abu Nasr una carta y una buena bolsa de oro. Ziryab tenía más o menos la misma edad que el emir y compartía su devoción por los libros, la música y el amor por las mujeres. Abd al-Rahman II, desde aquel instante, no renegaría ni un solo día del músico en los treinta años que duró su amistad. En cuanto pisó Qurtuba, el emir le ofreció casa y servidumbre y le concedió tres días para que se repusiera del largo viaje. Según se cuenta, al cuarto día y sin haberlo escuchado cantar aún, le ofreció un palacio y un sueldo mensual de doscientas monedas de oro, pagas extras en festivos y el usufructo de varias alquerías de la campiña cordobesa.
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:30 |
Abu al-Hasan no le defraudó, le enseño lo que no conocía, los arcanos saberes del Oriente, las normas de una exquisita elegancia más antigua que el mismo Islam, un fasto de raíces babilonias y persas. Ziryab no trajo sólo a Qurtuba las aritméticas melodías oníricas, trajo también un juego de origen hindú, el ajedrez. Enseñó al emir que los vasos de cristal transparente eran más apropiados para disfrutar el vino que las pesadas copas de oro y plata. Trajo concierto a la mesa a la vez que los, hasta entonces desconocidos, manteles de cuero fino, educó a la corte omeya cordobesa, les metió en la cabeza que los platos de un banquete no debían probarse en medio de un desconcertante desorden, sino obedeciendo a una ritual gradación culinaria que empezaba por las sopas y los entremeses, continuaba con los pescados y luego con las carnes para concluir con los dulces caprichos de los obradores palaciegos y diminutas copas de licor de frutas y flores. Ziryab les enseñó a deleitarse con el sabor de los espárragos de Siria, hasta entonces desconocidos por los señores andalusíes, así como con los guisos de habas tiernas y las ensaladas de alcachofa. Puso de moda las albóndigas (al-bunduqa) y pequeños pasteles que podían llevarse fácilmente a la boca. Actualizó las mesas andalusíes con exquisitos manjares cargados de frutos secos y especias y dio a conocer la base de un plato bastante parecido al actual pisto (sin tomate, por supuesto), un sofrito elaborado con berenjenas, calabacines, cebolla y membrillo, bien especiado y aromatizado. Creó además moda al dictaminar que desde mayo a septiembre convenía vestirse de blanco, y que los tejidos oscuros y las capas de pieles debían reservarse para los meses invernales. Reprobó los bárbaros peinados andalusíes induciéndolos a arreglarse el pelo tan corto que descubriera los pómulos y la frente, así como a pulirse las uñas y usar cremas hidratantes. Fundó, como no podía ser de otra manera, el primer conservatorio del mundo islámico.
Abu al-Hasan Alí ibn Nafi, viejo y colmado de celebridad y riqueza murió en el año 857, en su casa de campo del arrabal qurtubí de al-Rusafa (actualmente frondosa zona residencial cordobesa donde, desde el homónimo Parador Nacional de Turismo, se tiene una inolvidable vista nocturna de la ciudad). Ziryab nunca fue tentado por el poder ni se mezcló en intrigas palaciegas. En Córdoba fue olvidando imágenes de Bagdad. Algunas costumbres persas que trajo consigo arraigaron en Al-Andalus como el juego del polo, la idea de ingerir rabos de pasa para tener una óptima memoria, el miedo a los espejos rotos y al número trece. En vida del Mirlo se conocieron en Córdoba los gusanos de seda y el papel, siendo la primera ciudad europea (en el siglo X la ciudad más grande del mundo) que pudo disfrutar de tales maravillas (el resto de Europa debió esperar unos siglos a que los venecianos trajeran tales productos). Es para reivindicar la fortuna de nuestra raíz andalusí. Esto sí que es deuda histórica.
Este post está dedicado a la increíble ciudad de Córdoba, a las cañitas de cerveza acompañadas de salmorejo y tortilla de papas disfrutadas en unas escalinatas a la sombra de la Mezquita, a sus gentes que siempre me han hecho sentir tan bien, y por encima de todos a la familia Sánchez Aguilar, mi familia cordobesa que desde hace tantos años cariñosa y desinteresadamente me acogió y, aunque yo esté en Mérida y vosotros allí y estéis mosqueados porque este año no vaya a la Feria de Córdoba, quiero que sepáis que os quiero y que os echo muchísimo de menos. Va por ti Califita.
Juan Sanguino Collado
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De: Amaly |
Enviado: 23/04/2020 17:33 |
EL MANUSCRITO CARMESÍ - ANTONIO GALA
Abu Abd Allah (conocido como Boabdil por la población castellana). Ultimo rey de Granada (Andalucía, España), nacido en la Alhambra de Granada alrededor de 1459 y fallecido en Marruecos en 1527. Descendiente de la Dinastía Nazarí, que tuvo su origen en la rebelión de Arjona (Jaén, Andalucía) del año 1232 contra el poder del Emir murciano, Ibn-Hud, en la que los habitantes de Arjona proclaman Emir a Muhammad I, comenzando así la Taifa Nazarí y con ella el emirato de Ibn al-Ahmar.
"El Manuscrito Carmesí", de Antonio Gala: En los papeles carmesíes que empleó la Cancillería de la Alhambra, Boabdil ¿el último sultán? da testimonio de su vida a la vez que la goza o la sufre. La luminosidad de sus recuerdos infantiles se oscurecerá pronto, al desplomársele sobre los hombros la responsabilidad de un reino desahuciado. Su formación de príncipe refinado y culto no le servirá para las tareas de gobierno; su actitud lírica la aniquilará fatídicamente una épica llamada a la derrota. Desde las rencillas de sus padres al afecto profundo de Moraima o Farax; desde la pasión por Jalib a la ambigua ternura por Amín y Amina; desde el abandono de los amigos de su niñez a la desconfianza en sus asesores políticos; desde la veneración por su tío el Zagal o Gonzalo Fernández de Córdoba al aborrecimiento de los Reyes Católicos, una larga galería de personajes dibuja el escenario en que se mueve a tientas Boabdil el Zogoibi, el Desventuradillo.
La evidencia de estar viviendo una crisis perdida de antemano lo transforma en un campo de contradicción. Siempre simplificadora, la Historia acumuló sobre él acusaciones que se muestran injustas a lo largo de su relato, sincero y reflexivo. La culminación de la reconquista ? con sus fanatismos, crueldades, sus traiciones y sus injusticias? sacude como un viento destructor la crónica, cuyo lenguaje es íntimo y apeado: el de un padre que se explica ante sus hijos, o el de un hombre a la deriva que habla consigo mismo hasta encontrar ?desprovisto, pero sereno? su último refugio. La sabiduría, la esperanza, el amor y la religión sólo a ráfagas le asisten en el camino de la soledad. Y es ese desvalimiento ante el destino lo que lo erige en símbolo válido para el hombre de hoy. El manuscrito carmesí es, sin lugar a dudas, una de las mejores novelas históricas escritas en español. Con una fuerza y una sensibilidad extremas, Antonio Gala demuestra, una vez más, por qué se encuentra entre los grandes escritores de las últimas décadas.
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De: Amaly |
Enviado: 03/05/2020 17:28 |
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