Albert Lynch, pintor de origen peruano afincado en Francia desde los veintisiete años, es una figura de segunda fila (y soy generoso) de la historia del arte de principios del siglo XX. Lynch fue un artista arquetípico de la Belle Époque y no existen razones de peso para dedicarle poco más que una nota a pie de página en los libros dedicados al modernismo. Pero la tal Betty se marca un aire a la Ygritte de Juego de tronos y eso es más que suficiente para incluirla en esta lista.