No hay finales que yo espere.
La verdad, es que no se me da por anticiparme.
Cuando me aburro o siento que el enojo de la envidia me roza con sus tentáculos de odio, yo dibujo algún rostro que valga la pena, algunos ojos que vengan llenos de preguntas y con ganas de ver lo que miran los míos.
Es un juego…vivir es un juego. Es jugar a las escondidas o al embolsado cuando las nubes son negras y algún trueno lejano anda con ganas de asustar. Yo prefiero esconderme detrás de los amaneceres y dejar al infortunio desairado. Es que todavía me abrigo con el manto de la infancia, del sortilegio y los juegos. Jugar por ejemplo a que Dios juega conmigo y nos divertimos como niños y se infinita cada vez que estoy cerca, para que no se esfume el misterio de verle la cara y las manos con las que hizo al hombre y a la mujer cuyo fruto soy y con las que ilumino al tiempo y deshizo la quietud.
CARLOS HORACIO BIRD