Fundación. Los romanos
Los primeros datos de la historia de Barcelona comienzan con los primeros vestigios humanos en la zona, datan del 2500 a.C., y la existencia de un primer poblado se sitúa entre el 2000 y el 1500 a.C.
Según el poeta latino Rufo Festo Avieno, hacia el siglo IV a.C. en la zona había dos poblados ibéricos: uno en el montículo del Taber, cuyo nombre se desconoce, al que los historiadores han denominado de diferentes formas -Barcilo, Barcinom o Barkeno- y que pudo ser el origen del término Barcelona; y otro en el monte del actual Montjüic, llamado Laye, ocupado por los íberos layetanos.
En el 218 a.C. llegaron los romanos y se establecieron en Montjüic, donde levantaron una fortaleza. En la época de Augusto la población fue abandonando la fortaleza y ocupando el Monte Taber, lo que hoy es la Plaza Sant Jaume, siendo esta zona el origen de Barcelona. Los romanos denominaron a la ciudad Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino.
En el siglo III la colonia de Barcino fue destruida por hordas franco-alemanas. Una vez reconstruida fue fortificada con una gran muralla que abarcaba más de 100.000 metros cuadrados, una dimensión que da idea de la importancia que tenía ya, en aquella época, la ciudad.
En el año 415 Ataulfo, rey de los visigodos, huyendo de las fuerzas del emperador Honorio, se apoderó de Barcino y la convirtió en sede de su corte por unos días, pues, tras su asesinato, los visigodos fijaron la capital en el sur de Francia, en Tolosa, la actual Toulouse.
Barcino estuvo bajo el dominio de los visigodos durante tres siglos hasta que, en los años 717-718, cayó en manos musulmanas. Los musulmanes estuvieron en Barcelona durante un siglo.
En el 758 el valí musulmán quiso independizarse del Emirato Omeya de Córdoba y pidió ayuda a los francos. La ayuda franca pronto se convirtió en interés y tras cuarenta años de luchas por el poder, los francos anexionaron Barcelona.
El Condado de Barcelona
En el 801, una vez arrebatada la ciudad a los musulmanes por Ludovico Pio, hijo y vasallo de Carlomagno, los francos constituyeron el Condado de Barcelona, integrándole en la Marca Hispánica dentro del Imperio Carolingio.
El Condado era una pequeña zona que limitaba con el Condado de Gerona y con el Condado de Osona. En el 803 los francos nombraron al primer Conde de Barcelona, un magnate godo llamado Bera.
Durante un siglo el Condado fue gobernado directamente por condes francos. El Condado de Barcelona sufrió incursiones del islam en los años 827, 850, 852 y 856.
En el 878 Luis, el tartamudo rey francés, nombró a Wifredo Conde de Barcelona y de Gerona, que también lo era de Cerdeña y de Urgell. Wifredo el Velloso (878-897) hizo que el condado adquiriese un papel preponderante sobre los demás condados catalanes.
El Conde Sunyer extendió su influencia hasta el delta del Ebro. Aunque sus sucesores fueron de hecho vasallos de los musulmanes, no evitaron numerosas razzias, siendo las más dañinas la de 965, y la terrible de 985 llevada a cabo por Almanzor que arrasó la ciudad.
Aprovechando la debilidad producida tras la muerte del último emperador carolingio, Borrell II, Conde de Barcelona, Gerona, Osona y Urgell, se separó de la autoridad de los monarcas francos al no acudir a Aquitania a rendir homenaje al nuevo monarca franco Hugo Capeto, bajo el pretexto de que los francos no le habían ayudado frente a la razzia de Almanzor.
Las uniones y desuniones con los condados vecinos de Urgell, Osona y Gerona fueron continuas por el vaivén histórico de herencias y pactos.
Es con Ramón Berenguer I cuando el Condado de Barcelona adquirió su madurez, extendiendo su poder hasta Ribagorza y, por el sur, hasta cerca de Tarragona, frenando a su vez la posible expansión de los Condados de Cerdeña, Urgell y Pallars, y llegando a cobrar parias a los musulmanes fronterizos.
El Conde Ramón Berenguer II quiso conquistar Valencia pero el Cid se lo impidió.
Ramón Berenguer III se casó con la heredera del Condado de Provenza. Los dos Condados unidos iniciaron una fase de expansión internacional, llegando a conquistar momentáneamente, en 1114, Mallorca. La unión de Barcelona y Provenza se disolvió a la muerte del Conde Ramón Berenguer III.
En 1137 Ramón Berenguer IV, para evitar las apetencias de Castilla, se casó con Petronila, la hija de Ramiro II de Aragón, y el Condado de Barcelona se integró en la Corona de Aragón.
Barcelona en la Corona de Aragón
La unión con el reino de Aragón favoreció la expansión del Condado de Barcelona por toda Cataluña y que Barcelona se convirtiese en el centro político y económico de la nueva Corona de Aragón. Barcelona fue sede de la celebración de las Cortes de la Corona de Aragón repetidas veces.
La fuerte expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo, que llegó a ser una de las potencias de la época, convirtió a Barcelona en una de las ciudades más importantes del Mediterráneo.
El rey Jaime I fundó el municipio de Barcelona en 1249 estipulando que se gobernaría por cinco Consellers y por el Consell de cent.
La prosperidad se mantuvo hasta el año 1333, en que la hambruna y la peste acabaron con miles de barceloneses, y cuatro años más tarde la ciudad fue asolada y diezmada por la peste negra.
La peste no abandonaría la ciudad a la que siguió azotando durante los siglos XV y XVI.