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De: Amaly (Mensaje original) |
Enviado: 31/08/2020 09:52 |
Corduba, o lo que es lo mismo, la Córdoba Romana, fue fundada por el General Claudio Marcelo entre los años 169 a.C. y 152 a.C., asentándose, como veremos en el apartado concerniente al urbanismo, frente al tramo del río Guadalquivir en el que éste deja de ser navegable. Sin duda alguna, el asentamiento presentaba una inmejorable situación estratégica, constituyendo una plataforma de penetración hacia el interior en tiempos de conquista. Durante los primeros años, los romanos convivieron con la población indígena ya existente en poblados cercanos a la ciudad, pero poco a poco ésta fue desapareciendo.
La nueva urbe, ubicada en la colina más alta de la actual ciudad, ostenta desde un principio la capitalidad de la provincia Hispania Ulterior (Hispania “La Lejana“), lo cual nos habla de la importancia de Córdoba desde tiempos remotos. Con el paso de los años, nace un período de conflictos en Roma, propiciado por las guerras civiles entre César y los hijos de Pompeyo, que culminaría con el final de la República Romana. La ciudad tomó partido de los pompeyanos, el bando perdedor, por lo que las represalias no se dejaron esperar, y Córdoba, que entonces contaba con más de 20.000 residentes, fue duramente castigada, comenzando un largo período de recesión.
Con la llegada del Emperador Augusto al poder las cosas cambian, ya que instala en la Córdoba Romana a un gran número de veteranos que habían participado en las guerras del Norte, asignándoles cuantiosos lotes de tierra. Pero lo verdaderamente importante es que, en estos momentos, Augusto concede a la ciudad, pese a sus antecedentes políticos, el status de Colonia Patricia, el más alto rango que una ciudad del Imperio Romano podía ostentar (también lo fueron Carthago Nova, Tarraco o Astigi en Hispania).
A lo largo del siglo I d.C. Corduba experimenta numerosas transformaciones a raíz de este cambio de status, el perímetro amurallado se amplía hasta el Río Betis (actual Guadalquivir) y comienza un proceso de embellecimiento y monumentalización, respondiendo a modelos traídos de Roma, como es el caso de la remodelación del primitivo foro, que se amplió siguiendo como ejemplo el Foro de Augusto de Roma. También se construyó el Foro Provincial, ubicado en los Altos de Santa Ana, o el Centro Portuario, situado en las inmediaciones del Alcázar de los Reyes Cristianos; se levantó el conocido actualmente como Puente Romano, que daba acceso a la ciudad desde el sur, o el primer acueducto, que aseguró el abastecimiento de agua permanente.
Dada la estrecha relación de Corduba con el Emperador, es de suponer que en ella se desarrollara, desde un principio, el culto a éste. El Templo de la Calle Claudio Marcelo no hace sino constatar esta teoría. La realización de este complejo, a modo de plaza pública centralizadora de actividades oficiales – nos comenta Desiderio Vaquerizo – fue concebida como homenaje de la ciudad al Emperador y su familia, dedicándolo a su culto.
A la monumentalización de la ciudad y a la mejora de sus infraestructuras, habría que unir el importante desarrollo de la arquitectura civil, ya que surgieron numerosas domus (casas) e insulae (manzanas) agrupadas en barrios. Por otro lado, no podemos olvidarnos de la monumentalidad que adquirió el paisaje funerario, que para los expertos, nada tenía que envidiar al de la capital de Imperio. Situados a lo largo de los primeros kilómetros que acompañan a las vías que salen de la Córdoba Romana, el mejor ejemplo que conservamos es el de los Mausoleos de la Puerta Gallegos, y que veremos más adelante con mayor detenimiento.
El esplendor de Corduba se mantiene hasta las primeras crisis del siglo III, poco a poco se dejan de construir nuevos edificios públicos, y se deja de traer materiales de calidad, por lo que entran en crisis los talleres y, en consecuencia, comienzan a reutilizarse espacios y tener más antigüedad las casas por falta de nuevas construcciones. Todo ello desemboca en la pérdida de la capitalidad de la provincia.
Todo este panorama de decadencia sólo se vería contrarrestado por la construcción de uno de los mayores proyectos que nuestra ciudad vio nacer, el Palacio del Emperador Maximiano Hercúleo. El palacio fue erigido para alojar al Emperador durante su estancia en Córdoba, quien se hallaba imbuido en una campaña pacificadora por el Sur de Hispania y el Norte de África.
A continuación, hemos confeccionado un pequeño análisis de la evolución urbanística de la ciudad. A renglón seguido, y como viene siendo habitual, hemos realizado un breve itinerario por los monumentos más significativos que han sido conservados.
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De: Amaly |
Enviado: 31/08/2020 09:58 |
RÓMULO Y REMO
Entre la historia y la leyenda
La historia de los orígenes de Roma se pierde entre las brumas de la leyenda. Sus humildes comienzos no debieron distinguirse mucho de los de tantas ciudades de la región del Lacio. Pero con el tiempo, los antiguos historiadores romanos pensaron que la ciudad escogida por los dioses para convertirse en dueña del mundo debía tener un origen heroico, que adornaron con infinidad de leyendas, muchas veces contradictorias entre sí, llenas de dioses y héroes mitológicos.
De hecho, para los modernos investigadores resulta difícil distinguir leyenda y realidad, porque a veces, inesperados descubrimientos arqueológicos sacan a la luz las huellas de personajes y sucesos que parecían meras invenciones legendarias.
Rómulo y Remo
Roma fue fundada, según la tradición, por dos hermanos gemelos, Rómulo y Remo, que, acompañados de bandidos y vagabundos expulsados de sus propias ciudades, decidieron fundar un nuevo asentamiento junto al Tíber. Sin embargo, los dos hermanos no se ponían de acuerdo acerca del lugar en que levantarían su ciudad. Remo prefería el promontorio del Aventino, mientras que Rómulo se inclinaba por la colina del Palatino. Así las cosas, decidieron dejar su disputa al arbitrio de los dioses y -apostados cada uno en su colina-, se quedaron esperando una señal de lo alto.
La mañana del 21 de abril del año 753 a.C., Remo contemplaba el limpio cielo primaveral desde la cima del Aventino cuando divisó seis enormes buitres sobre su colina. Lleno de euforia, echó a correr hacia Rómulo, para anunciarle su victoria. Sin embargo, en ese mismo instante, una bandada de doce pájaros sobrevolaba el Palatino. Seguro de su victoria, y sin esperar la llegada de su hermano, Rómulo cogió un arado y comenzó a cavar el pomerium, el foso circular que fijaría el límite sagrado de la nueva ciudad, prometiendo dar muerte a quien osara atravesarlo.
Pero Remo, enojado por su derrota, lo cruzó desafiante de un salto. Obligado por el juramento que acababa de pronunciar, Rómulo dio muerte a su hermano, que fue el primero en pagar con su vida la violación de la frontera sagrada de Roma.
Esta leyenda encerraba para los romanos una halagüeña promesa: su ciudad sería perfecta y jamás tendría fin, como el foso que rodeaba el Palatino. Pero contenía también una oscura amenaza: la sombra del fratricidio sobre la que estaba fundada planearía como una maldición sobre Roma, en cuya historia abundaron los asesinatos y las Guerras Civiles.
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De: Amaly |
Enviado: 31/08/2020 10:01 |
El rapto de las sabinas
Los orígenes de Roma
Para poblar la ciudad recién creada, Rómulo aceptó todo tipo de prófugos, refugiados y desarraigados de las ciudades vecinas, de procedencia latina. La colonia estaba formada íntegramente por varones, pero para construir una ciudad se necesitaban también mujeres. Pusieron entonces sus ojos en las hijas de los sabinos, que habitaban la vecina colina del Quirinal.
Para hacerse con ellas, los latinos organizaron una gran fiesta, con carreras de carros y banquetes, y cuando los sabinos se encontraban vencidos por los vapores del vino, raptaron a sus mujeres. Al regresar a sus casas y descubrir el engaño, los sabinos declararon de inmediato la guerra a los latinos.
La traición de Tarpeya
Antes de partir al campo de batalla, Rómulo encomendó la custodia de la ciudad a la joven Tarpeya, pero ésta, enamorada en secreto del rey de los sabinos, o anhelando una recompensa, prometió al monarca enemigo que le mostraría una vía oculta que conducía al Capitolio (donde estaba la fortaleza latina), a cambio de lo que él llevaba en el brazo izquierdo, en alusión a un brazalete de oro del rey. En efecto, los sabinos alcanzaron la ciudad gracias a las indicaciones de Tarpeya, pero en vez de entregarle su pulsera, el rey sabino ordenó a sus hombres que aplastaran a la traidora con sus escudos, que llevaban, precisamente, en el brazo izquierdo.
Otra versión de la leyenda cuenta que los romanos descubrieron su traición, y que la arrojaron al vacío por un precipicio, que pasó a llamarse la roca Tarpeya, inaugurando así la costumbre de castigar a los traidores a la patria lanzándolos desde ese punto.
Intervención de las sabinas
La ayuda de Tarpeya no evitó que sabinos y latinos se enfrentaran en el campo de batalla. En un momento del combate, en una célebre escena, múltiples veces representada en el arte, las sabinas se interpusieron entre los contendientes, abrazándose al cuello de sus maridos y familiares, para suplicarles que detuvieran la pelea. Pues si vencían los sabinos, ellas perderían a sus maridos, y si vencían los latinos tendrían que llorar la muerte de padres y hermanos. De modo que los contrincantes depusieron las armas y firmaron la paz.
Con esta leyenda ilustraban los romanos que su ciudad había nacido de la unión de dos pueblos: latinos y sabinos, a los que pronto se sumó un tercer elemento: los etruscos, un pueblo muy avanzado, que poblaba la actual Toscana y que poseía importantes intereses comerciales en la región del Lacio.
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De: Amaly |
Enviado: 31/08/2020 10:04 |
Los primeros sucesores de Rómulo
Reyes latinos y sabinos
Desde la fundación de la ciudad por Rómulo hasta el advenimiento de la República (año 509 a.C.), Roma fue gobernada por siete reyes.
El piadoso Numa Pompilio
El primer sucesor de Rómulo fue Numa Pompilio, de origen sabino. Hombre severo y piadoso, fue el fundador de la religión romana. Numa Pompilio enseñó a los romanos la forma en la que debían rendir culto a sus dioses, estableció el calendario sagrado e instituyó las principales ceremonias religiosas, siguiendo las instrucciones que –según decía- cada noche le dictaba una ninfa llegada desde el Olimpo.
Fue, además, un rey pacífico. Durante todo su reinado el templo de Jano -que sólo se abría en tiempos de guerra- permaneció cerrado, algo que sólo ocurriría otras dos veces en la historia de Roma.
Tulio Hostilio, el guerrero
Por el contrario, el recuerdo de su sucesor, Tulio Hostilio, ha quedado asociado al de un gran guerrero, que organizó militarmente a los romanos y les enseñó a pelear. Conquistó Alba Longa, la ciudad más importante del Lacio, mediante un duelo singular entre Horacios y Curiacios, dos tríos de hermanos gemelos, que se decantó a favor de los primeros y amplió considerablemente el territorio de Roma.
Anco Marcio
Tulio Hostilio murió a manos de Anco Marcio (nieto de Numa), que le sucedió en el trono. Anco Marcio incorporó a Roma a los habitantes de varias ciudades latinas y amplió los límites de la ciudad. Construyó el puerto de Ostia e hizo que por vez primera Roma llegara al mar. Suyo es el primer puente de madera sobre el Tíber y la primera cárcel, consecuencia inevitable del crecimiento progresivo de la ciudad y con él, de sus problemas.
Roma iba dejando poco a poco de ser un núcleo pastoril y agrario. La ciudad estaba situada estratégicamente junto al principal vado del Tíber, y era un lugar de intensa actividad económica, de modo que los romanos comenzaban a enriquecerse con el comercio.
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De: Amaly |
Enviado: 31/08/2020 10:07 |
La primera ley escrita
Medio siglo después de estos episodios, en el año 451 a.C., los plebeyos obtuvieron una nueva conquista: diez hombres sabios elegidos entre los romanos redactaron la Ley de las Doce Tablas, que se convirtió en la primera ley escrita de Roma. Hasta entonces habían sido los jueces patricios quienes aplicaban la ley, basándose en las normas no escritas de la costumbre, lo que permitía todo tipo de arbitrariedades.
Tras medio siglo de enfrentamientos entre patricios y plebeyos, estas primeras concesiones llevaron la paz interna a Roma. La joven República estaba lista por fin para mirar a su alrededor.
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De: Amaly |
Enviado: 31/08/2020 10:13 |
Origen del conflicto
Cuando, el año 272 a.C., la colonia griega de Tarento, en el Sur de Italia, cayó en manos de los romanos, Roma dominaba ya toda la península y se había convertido en uno de los estados más poderosos de su entorno. Era sólo cuestión de tiempo que su camino se cruzara con el de la otra gran potencia del Mediterráneo occidental: Cartago.
La ciudad de Cartago, en la costa norte de la actual Túnez, había sido fundada el siglo IX a.C. por marineros fenicios, que construyeron este enorme puerto en el centro de las rutas comerciales que surcaban el Mediterráneo. Además de su estratégica posición para el comercio, Cartago estaba rodeada de tierras fértiles, y muy pronto, los cartagineses (que también recibían el nombre de púnicos), extendieron su dominio hasta Sicilia. Allí tomaron contacto con los romanos, que se encontraban en plena expansión, y las dos potencias comenzaron a vigilarse con recelo.
Sicilia, rica en cereales, estaba poblada por prósperas colonias griegas, muchas de las cuales estaban dominadas por los cartagineses. Sin embargo, una de ellas, Mesina, situada en el estrecho entre Italia y la isla, decidió llamar en su auxilio a los romanos para que expulsaran a la guarnición cartaginesa que controlaba la ciudad. Cuando los mensajeros de Mesina llegaron al Senado se produjo una larga deliberación. Todos eran conscientes de que enviar ayuda militar a la ciudad desencadenaría un terrible enfrentamiento con Cartago, cuyas últimas consecuencias eran imprevisibles.
Al final, los romanos decidieron enviar a sus soldados. Era el año 264 a.C. y daba comienzo así la primera de las Guerras Púnicas, tres terribles enfrentamientos entre romanos y cartagineses que decidirían el destino de Occidente.
Primera Guerra Púnica
Roma –que poseía sólo una pequeña flota- apenas tenía experiencia en batallas navales. Así que, al principio, los cartagineses destruían con facilidad las naves que enviaban los romanos, mal dirigidas por sus inexpertos almirantes.
Pero cada derrota enseñaba a los romanos algo nuevo. Al final, se percataron de que su infantería era superior a la cartaginesa, y decidieron aprovechar esa ventaja. Para ello, diseñaron unas pasarelas de madera terminadas en garfios, con las que los legionarios podían cruzar hasta las naves enemigas. Los cartagineses sabían manejar mejor sus trirremes, pero sus marineros no estaban preparados para combatir cuerpo a cuerpo, y terminaron siendo derrotados.
Después de veinte largos años de guerra, en el año 241 a.C., los romanos se convirtieron en los únicos dueños de Sicilia, que pasó a ser la primera provincia romana.
Compromisos de Cartago
La derrotada Cartago se comprometió a no atacar jamás a un aliado de Roma, y tuvo que hacer frente a unas indemnizaciones millonarias. La cuantía de las compensaciones era tan elevada, que los cartagineses no podían pagarlas con los beneficios de sus dominios en África, y decidieron expandirse por las ricas tierras de la Península Ibérica. Pero, tras su victoria sobre Cartago, Roma se había convertido en una potencia temible, y también había puesto sus ojos en las tierras de Hispania.
Así que para evitar un nuevo enfrentamiento, decidió repartirse la Península con Cartago. La frontera se situaría en el Ebro. Los territorios al norte de este río serían para Roma, los del sur, para Cartago.
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De: Amaly |
Enviado: 31/08/2020 10:20 |
El saqueo de Roma
En el 410 las tropas de Alarico asaltaron Roma. Durante tres días terribles los bárbaros saquearon la ciudad, profanaron sus iglesias, asaltaron sus edificios y robaron sus tesoros.
La noticia, que alcanzó pronto todos los rincones del Imperio, sumió a la población en la tristeza y el pánico. Con el asalto a la antigua capital se perdía también cualquier esperanza de resucitar el Imperio, que ahora se revelaba abocado inevitablemente a su destrucción.
Los cristianos, que habían llegado a identificarse con el Imperio que tanto los había perseguido en el pasado, vieron en su caída una señal cierta del fin del mundo, y muchos comenzaron a vender sus posesiones y abandonar sus tareas.
San Agustín, obispo de Hipona, obligado a salir al paso de estos sombríos presagios, escribió entonces La Ciudad de Dios para explicar a los cristianos que, aunque la caída de Roma era sin duda un suceso desgraciado, sólo significaba la pérdida de la Ciudad de los Hombres. La Ciudad de Dios, identificada con su Iglesia, sobreviviría para mostrar, también a los bárbaros, las enseñanzas de Cristo.
Fin del Imperio Romano de Occidente
Finalmente, el año 475 llegó al trono Rómulo Augústulo. Su pomposo nombre hacía referencia a Rómulo, el fundador de Roma, y a Augusto, el fundador del Imperio. Y sin embargo, nada había en el joven emperador que recordara a estos grandes hombres. Rómulo Augústulo fue un personaje insignificante, que aparece mencionado en todos los libros de Historia gracias al dudoso honor de ser el último emperador del Imperio Romano de Occidente. En efecto, sólo un año después de su acceso al trono fue depuesto por el general bárbaro Odoacro, que declaró vacante el trono de los antiguos césares.
Así, casi sin hacer ruido, cayó el Imperio Romano de Occidente, devorado por los bárbaros. El de Oriente sobreviviría durante mil años más, hasta que los turcos, el año 1453, derrocaron al último emperador bizantino. Con él terminaba el bimilenario dominio de los descendientes de Rómulo.
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