El violin y las rosas
Encima del piano estaba
abandonado, silencioso y callado
el doliente violin.
Las manos que otros días sacaban
sus acordes y llenaban de arpegios
el inmenso salón,
un día ya cansado de tocar para nadie,
se fué marchando lento, sin que nadie lo oyera.
Sin que nadie supiera que se marchaba lejos.
Huia del ruido de truenos y de rayos,
que tapaban los sones divinos del violín.
Se fué muy despacito cúal si una nube fuera.
Y ni siquiera quiso volver la vista atrás
¡Adios música hermosa! ¡¡Adios mi melodía!!
Buscando otros acorde, me voy a otro lugar.
Es posible que encuentre la armoniosa armonía
Y Odaliscas que bailen, un baile ritual.
El salón quedó solo.
Y una dama de blanco entró en el aposento
y con sus finas manos acarició el violín.
Y dejó las tres rosas prendidas en sus cuerdas.
Y se fué suspirando y añorando la música
de aquel compositor al que quizo a morir.
A. Medina García
En Córdoba a 27-7-2010
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