Lo bonito no son los ojos, son las miradas
En el diccionario de las emociones oscuras de Jhon Koening se le da nombre a una emoción compleja, que es la que sentimos cuando nos cruzamos con otra persona por la calle y nos miramos a los ojos unos segundos. Parece que nos espían o que espiamos por un pequeño hueco en la pared y eso nos hace sentir vulnerables.
La emoción ahora tiene nombre: opia. Porque no son los ojos los que irradian belleza sino las miradas.
Cuando viajamos en un bus, estamos sentados en un restaurante o caminamos por nuestra ciudad, nos cruzamos con personas muy distintas y a veces intercambiamos miradas, incluso sin darnos cuenta. Las miradas dicen muchas cosas de nosotros, nos delatan cuando estamos tristes, enfadados, enamorados, preocupados o cansados.
Si nos sentamos delante de una persona, le preguntamos cómo se siente y nos sonríe, quizás si la miramos a los ojos podemos ver que esa sonrisa no es real, que no acompaña a lo que realmente siente la persona. Las miradas forman parte de la comunicación no verbal y nos enseñan muchas cosas de los demás.
Una mirada puede ser interpretada de muchas maneras, pero también puede transmitir muchos sentimientos y emociones.
El contacto visual puede ser engañoso
Siempre se ha pensado que las personas que mienten suelen desviar la mirada, pero en realidad, una persona mentirosa pone toda su energía en que su interlocutor la crea, por lo que mira más intensamente a los ojos. Por el contrario, quien dice la verdad no necesita demostrar nada, por lo que puede que se distraiga y mire a otro sitio en lugar de mirar a los ojos de su interlocutor.
“Déjame entrar, déjame ver algún día como me ven tus ojos.”
-Julio Cortázar-