Las enfermedades autoinmunes siguen siendo un misterio para la ciencia.
Hasta el momento se conocen sus síntomas y su desarrollo, pero se ignora lo que las produce y la mayoría de ellas se puede tratar, pero no curar. Hay hipótesis al respecto, pero ninguna de ellas está totalmente comprobada. Lo que sí se sabe es que la mente juega un papel importante en estas patologías.
Hay enfermedades autoinmunes relativamente conocidas como artritis reumatoide, fibromialgia, diabetes tipo 1 y esclerosis múltiple. Otras son un poco menos recurrentes, como el lupus eritematoso, la tiroiditis autoinmune o el Síndrome de Guillaime-Barré, entre otras.
Actualmente las enfermedades autoinmunes son abordadas por la mayoría de los profesionales como enfermedades psicosomáticas. Esto quiere decir que se trata de males que tienen su origen en la mente y que toman forma a través del cuerpo.
Hay diferentes enfoques al respecto. Algunos sostienen que se trata de una incapacidad esencial para verbalizar las emociones. Otros indican que es una respuesta defensiva contra la desintegración emocional. También se aborda como un “delirio corporal”, cuyo antecedente es la depresión, o como una respuesta a un conflicto insoluble.
Sea cual sea el enfoque, lo cierto es que el punto en común es la comprobación de que hay realidades que existen en la mente de las personas y que encuentran una vía de manifestación a través de la enfermedad en el cuerpo
Las enfermedades autoinmunes ponen en marcha un mecanismo de autodestrucción. Es el propio cuerpo el que deja de reconocer los antígenos que le pertenecen y comienza a auto-atacarse, como si lo que lleva dentro de sí fuera amenazante o peligroso.
La mente es tan importante en estos procesos, que incluso ha surgido una nueva disciplina para tratar estos males, la cual se conoce con el nombre de psiconeuroinmunología. Así, lo cierto es que las enfermedades autoinmunes no solamente suelen ser crónicas, sino que también resultan incapacitantes y pueden llevar a una persona hasta la muerte.
Los estudios realizados sugieren que quienes padecen este tipo de enfermedades generalmente tienen un alto nivel de depresión, pero esta no siempre es evidente. Dicho de otro modo, puede que se trate incluso de alguien risueño y vital, pero en el fondo lleva una gran insatisfacción que, generalmente, ni él mismo reconoce.
Otro de los rasgos frecuentes es cierta incapacidad para reconocer las propias emociones. Bien sea por una excesiva intelectualización o racionalización de las situaciones o bien porque se trata de personas que quieren tener todo bajo control y experimentan los afectos como amenazas a su autonomía..
La salida para una persona con una enfermedad autoinmune es precisamente dejar de creer que es una pastilla, una vitamina o algún médico milagroso lo que logrará restaurar su salud. No es que no deba acudir a estas soluciones, sino que en su tratamiento de base debe existir la intervención de un profesional de la salud mental.
Todas las enfermedades tienen un componente emocional y mental involucrado, pero en las autoinmunes este factor es absolutamente decisivo. La resistencia a tratar su enfermedad como un tema de la psiquis es, seguramente, la razón fundamental por la que no encuentran alivio para sus sufrimientos físicos.
Una resistencia que nace de la idea equivocada de que aquel que sufre una enfermedad con una base mental es porque no es lo suficientemente fuerte y se apoya en una idea aún más equivocada: este dolor es una invención del paciente.