Mi abuela Lina paso su vida entre fogones.
La llamaban cariñosamente el hada en la cocina.
Le encantaba alimentarnos y lo hacia
con infinita ternura y dedicación.
Empezó cocinando para su familia, pero al poco tiempo ya no le resultaba suficiente
para colmar su desbordante generosidad
gastronómica. Invito así a los vecinos para que se unieran a los banquetes.
Y cuando tampoco los vecinos la saciaron, sus
sartenes humeantes se dirigieron hacia mas amplios horizontes.
Y fue cariñosamente el hada en la cocina.
Le encantaba alimentarnos y lo hacia
con infinita ternura y dedicación.
Empezó cocinando para su familia, pero al poco tiempo
ya no le resultaba suficiente para colmar su desbordante generosidad
gastronómica. Invito así a los vecinos para que se unieran a los banquetes.
Y cuando tampoco los vecinos la saciaron, sus
sartenes humeantes se dirigieron hacia mas amplios horizontes.
Y fue cuando se propuso alimentar la humanidad entera, incluí-
dos los turistas, quienes se convirtieron rápidamente en peregrinos de los
-gnocchi al ragú-
de Lina.
Al poco tiempo, abrió un restaurante y se consagro a sus clientes.
Cuando yo naci, la abuela Lina ya estaba retirada en la cocina de su casa, convertida por la vejez en un hada domestica, aunque
su afán para alimentar al mundo nunca ceso, ni con la edad.
" era su lema.
Lucia en febrero 2010
propuso alimentar la humanidad entera, incluí-