Cielo e infierno, Llamas del averno, Pero celestes sin duda, De lo que pasó aquel invierno…
Fríos versos caían en mí, De contornos blancos y azules, Del Ángel tirado en la nieve, En romances invernarles.
Tus ojos me miraron por vez primera, En el árido pedazo de hielo, En el paraje místico, Que nosotros llamamos cielo.
Arpas dulces tus labios, Sinfonías divinas y delirantes, Cuando te sentí en aquel invierno, Cuando se besa un ángel en invierno.
Pero nuestro tiempo se agotó, El sueño poco a poco menguó, Sin esperanza de seguir viviendo, Ambos nos abrazamos… A la muerte viendo.
Nuestros músculos se entumieron, Solo quedaban fuerzas para un último beso, Lleno de cristales fríos y dolorosos, Pero inundado de pasión y caluroso.
¡Dios!, si me escuchas… Gracias por regalarme, Uno de tus más lindos amores, Que juntos en invierno, Congelamos nuestras pasiones.
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