En un orfanato, igual a tantos otros que hay por todas partes, había una pobre huérfana, de ocho años de edad.
Era un niño lamentablemente sin encantos, de maneras desagradables, evitada por las otras, y francamente mal vista por los profesores.
Por esa razón, la pobresita vivía en el mayor aislamiento.
Nadie para juguetear, nadie para conversar... Sin cariño, sin afecto, sin esperanza...
Su única compañera era la soledad.
El director del orfanato aguardaba ansioso una disculpa legítima para librarse de ella.
Y un día se presentó, aparentemente, una buena disculpa.
La compañera de cuarto de la niña informó que ella estaba manteniendo correspondencia con alguien de fuera del orfanato, lo que era terminantemente prohibido. - Ahora mismo, dijo la informante, ella escondió un papel en un árbol.
El director y su asistente apenas pudieron esconder la satisfacción que la denuncia les hube causado.
Vamos a quitar eso ahora mismo,
dijo el superior.
Y, sumándose al asistente, pidió para que la testigo del delito los acompañara a fin de mostrarles la prueba del crimen. Se dirigieron los tres, a pasos rápidos, en dirección al árbol en la cual estaba colocada el mensaje.
De hecho, allá estaba un papel delicadamente colocado entre las ramas.
El director desdobló, ansioso, el billete, esperando encontrar allí la prueba de que necesitaba para librarse de aquella niña tan desagradable a sus ojos.
Sin embargo, para su sorpreza, en el pedazo de papel un tanto amasado, pudo leer el siguiente mensaje: "A cualquier persona que encontrara éste papel: a mí me gusta."
Los tres investigadores se quedaron tan decepcionados cuanto sorprendidos con lo que leyeron.
Decepcionados porque perdieron la oportunidad de librarse de la niña indeseable, y sorprendidos porque percibieron que ella era menos mala que ellos mismos. ...................................... Cuántos de nosotros solemos juzgar las personas por las apariencias, aunque sepamos que estas son tramposas. Y lo peor es que, si las apariencias no nos agradan, marcamos a la persona y nos prevenimos contra ella y sus actitudes.
Una antigua y sabia oración de los indios Siuox,
"Ruega a Dios el auxilio para nunca juzgar al prójimo antes de haber andado siete días con sus sandalias." Esto quiere decir que, antes de criticar, juzgar y condenar una persona, debemos colocarnos en su lugar y entender sus sentimientos más profundos.
Aquellos que tal vez ella quiera esconder de sí misma, para protegerse de los sufrimientos que su recuerdo le causaría.
Recibí texto de Vania
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