Partiendo de un concepto tan simple y sencillo como que el conocimiento de la propia naturaleza es el conocimiento de la naturaleza humana en general, Maslow se detuvo en el estudio de lo que dio en llamar “personas virtuosas”, las describió y definió como “personas sanas” y las proyectó hacia lo que “puede ser” el ser humano en general.
Uno de sus principales aportes a la psicología contemporánea, el concepto de “autorrealización”, lo ligó directamente con otro de su propia creación, el de “experiencia cumbre”. Es lo que sentimos y tal vez “sabemos” cuando alcanzamos una auténtica cota como seres humanos. No se llega a ella por ningún proceso deliberado. Una “experiencia cumbre” es una toma de conciencia de lo que “debería ser”, sin anhelos ni tensiones para que así sea. Es la fusión entre sujeto y objeto sin pérdida de subjetividad.
Una “experiencia cumbre” es como una extensión infinita de la subjetividad; es individualidad libre de aislamiento. Una experiencia tal es la base de la trascendencia. En contrapartida, Maslow consideró que la mayor parte, sino la totalidad, de la maldad en la vida humana, se debía a la ignorancia.
Para Maslow había dos formas de subir o llegar a un lugar difícil: Una, encadenando lógicamente los peldaños de una escalera imaginaria; la otra, “estando allá”, por encima de cualquier obstáculo o camino lleno de piedras, “viendo” desde un lugar sublime decenas de caminos alternativos para arribar a ese lugar. Es ser capaces de mirar en todas las direcciones sin tener que aferrarse con inseguridad a la escalera o el camino de la razón.
Una “experiencia cumbre” es precisamente “estar allí”, donde uno nunca pensó que pudiera estar, transitando el camino común de la vida. Pero, una cosa es “estar allí” y otra muy diferente es usar la aproximación lógica como un “ejercicio”. Es probable que el Hombre se sienta rodeado de oscuridades; pues bien, habrá que transformar esas oscuridades en profundidades, que no son la misma cosa. En esto, es muy fácil sentirse perdido, pero hay una dinámica de las cualidades que irá poniendo la luz.
El modo de pensar de un hombre no puede separarse nunca de lo que ese hombre es. La psicología debe aceptar todo lo que la conciencia humana le entrega, incluso sus contradicciones y lo ilógico, los misterios, lo vago, lo ambiguo, lo arcaico, lo inconsciente y todos los otros aspectos difíciles de comunicar. Hay que mirar en todas las direcciones, sin rechazar ninguna posibilidad.
Las etapas iniciales del “conocimiento” nunca deberán juzgarse con los criterios derivados del conocimiento final. Se puede ser conductista, psicoanalista, psicólogo humanista o incluso pensar en una psicología de la trascendencia, pero la tarea más positiva para el estudioso es la de especular libremente, teorizar sin condicionamientos, apostar por sus “corazonadas”, seguir sus intuiciones e intentar extrapolar hacia el futuro.
El individuo creador debe luchar ante todo con sus conflictos internos, con sus temores, con sus “defensas”, contra la arrogancia y el orgullo. No debe temerle a los errores y tiene que estar plenamente “consciente de ser”. No hay que asustarse de las propias ideas ni de lo que no pueda comprobarse objetivamente, puesto que a la “verdad” no siempre se puede “verla”; a veces se siente o se presiente. Desde ahí, no puede existir una ciencia pura, totalmente independiente y carente de valores fundamentales.
Los valores personales, motivaciones y finalidades, intenciones y planes, son la base de la comprensión de cualquier hecho o suceso. Las personas “autorrealizadas”, que han hecho un doble recorrido interior y exterior, son psicológicamente, para Maslow, las más sanas, las que tienen un mayor conocimiento y una mejor percepción. Por eso, las estadísticas generales basadas en un muestreo poblacional tienen una validez muy relativa, cuando se trata de valorar temas como hasta dónde llegará el potencial creativo de los seres humanos.
Las posibilidades máximas de la especie se han subestimado toda vez que se dejó de considerar el potencial básico que es similar para todos los seres.
No existen los seres humanos, de acuerdo a la óptica de Maslow, dotados de poderes sobrenaturales. Por el contrario, este autor consideró que una buena sociedad era aquella que podía promover el máximo desarrollo de los potenciales humanos, individuales y de conjunto.
Adelantándose muchos años a quienes predican actualmente el cimentar una civilización basada en el amor, Maslow afirmaba que, una forma de conocimiento muy sana, era el “conocimiento por amor”, porque el amor abre y desnuda las defensas, muestra en lugar de esconder. Si amamos de verdad, decía este maestro, no nos sentiremos tentados a interferir, controlar o cambiar a nadie, sino que tendremos una actitud básica de respeto y comprensión. Una persona que realmente ama a su prójimo no exige ni desea que este sea distinto de lo que es, sino que lo acepta como tal. El amor, afirmaba Maslow, es receptivo, percibe sin intromisión, sin manipulación y sin abstracción. Y concluía: “El amor es el camino más singular hacia las grandes verdades que desvelan a la Humanidad”.
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