SONETO PARA MI HIJA
Ni el sol, ni su ejercicio cotidiano, ni la luna sonámbula, ni el fuego, ni el impulso creador, ni el hondo ruego tienen la fuerza de tu breve mano.
Todo lo puedes, junco de verano, tan pequeña y tan grande. Yo estoy ciego, y a tu luz y a tu amor, hija, me entrego, libre de todo lo pequeño y vano.
¿De dónde nace tu íntima ternura?, ¿de dónde tu bondad y tu hermosura, tú, mis sueños, mi vida, mi consuelo?
Lo que he vivido, intacto está en ti misma, el paisaje, la idea, el mar que abisma. En mí está tu raíz; en ti, mi cielo.
Fermín Estrella
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