COSAS...
Amo las cosas que nunca tuve con las otras que ya no tengo:
Yo toco un agua silenciosa, parada en pastos friolentos, que sin un viento tiritaba en el huerto que era mi huerto.
La miro como la miraba; me da un extraño pensamiento, y juego, lenta, con esa agua como con pez o con misterio.
Pienso en umbral donde dejé pasos alegres que ya no llevo, y en el umbral veo una llaga llena de musgo y de silencio.
Yo busco un verso que he perdido, que a los siete años me dijeron. Fue una mujer haciendo el pan y yo su santa boca veo.
Viene un aroma roto en ráfagas; soy muy dichosa si lo siento; de tan delgado no es aroma, siendo el olor de los almendros.
Me vuelve niños los sentidos; le busco un nombre y no lo acierto, y huelo el aire y los lugares buscando almendros que no encuentro.
Un río suena siempre cerca. Ha cuarenta años que lo siento. Es canturía de mi sangre o bien un ritmo que me dieron.
O el río Elqui de mi infancia que me repecho y me vadeo. Nunca lo pierdo; pecho a pecho, como dos niños nos tenemos.
Cuando sueño la Cordillera, camino por desfiladeros, y voy oyéndoles, sin tregua un silbo casi juramento.
Veo al remate del Pacífico amoratado mi archipiélago, y de una isla me ha quedado un olor acre de alción muerto...
Un dorso, un dorso grave y dulce, remata el sueño que yo sueño. Es al final de mi camino y me descanso cuando llego.
Es tronco muerto o es mi padre, el vago dorso ceniciento. Yo no pregunto, no lo turbo. Me tiendo junto, callo y duermo.
Amo a una piedra de Oaxaca o Guatemala, a que me acerco, roja y fija como mi cara y cuya grieta da un aliento.
Al dormirme queda desnuda; no sé por qué yo la volteo. Y tal vez nunca la he tenido y es mi sepulcro lo que veo...
Gabriela Mistral
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