Es habitual asociar el estrés al trabajo, a la vida diaria, y a casi todo lo que hacemos,
sin darnos cuenta de que las afecciones que se generan
se van manifestando en síntomas físicos y emocionales que nos arrastran en una ola,
que hasta llegamos a suponer es un estado “normal”.
Y por más generalizado que parezca,
lo cierto es que no es normal y mucho menos saludable.
Detente un momento y mírate por dentro,
así descubrirás tu riqueza, talentos únicos, dones divinos, tu poder superior.
Practica los pasos que se detallan a continuación, y date permiso para atender y gozar
de las cosas simples y cotidianas que tienes a tu alcance.
• Vive en gratitud
- Agradece que estás viva, agradece que eres útil en lo que haces,
emana energía positiva hacia tu entorno.
Si te ves tentada a quejarte o lamentarse inútilmente, detente,
y recuerda que una actitud de gratitud es un canal de posibilidades
para el fluir de tu abundancia espiritual y material.
• Sé amorosa
- Comienza por ti. El amor es un mandato divino.
Cultiva tu propia relación personal, conoce tu cuerpo,
cuídalo y ámalo como la perfecta obra que es.
Atiende tus necesidades físicas y emocionales.
Demuestra tu nivel de amor propio.
Ámate sin juzgarte y atraerás personas que te amen
y cosecharás relaciones satisfactorias.
• Sé paciente
- Cada cosa a su tiempo. Cada etapa es necesaria y bella.
En los momentos de preparación,
así como los árboles se despojan para renovarse en primavera,
no debemos temer a la calma que precede a la actividad,
a la tristeza que precede a la alegría.
Son procesos de creación y expansión.
Ser paciente no implica olvidar nuestros objetivos,
sino actuar viviendo el presente sin apegarnos a los resultados.
• Confía
- Conectarnos con la Fuente de la creación,
reconocer el bien como un estado natural en nuestras vidas,
aunque a veces las apariencias demuestren lo contrario.
No perder la fe, mantener la esperanza.
Confiar en el proceso, no implica renunciar a nuestros objetivos,
es actuar viviendo el presente sin apegarnos a los resultados.