El Ruego
Señor, Señor, hace ya tiempo, un día soñé un amor como jamás pudiera soñarlo nadie, algún amor que fuera la vida toda, toda la poesía.
Y pasaba el invierno y no venía, y pasaba también la primavera, y el verano de nuevo persistía y el otoño me hallaba con mi espera.
Señor, Señor, mi espalda está desnuda. ¡Haz restallar en mí con mano ruda el látigo que sangra a los perversos!
Que está la tarde ya sobre mi vida, y esta pasión ardiente y desmedida la he perdido, Señor ¡haciendo versos!
Alfonsina Storni
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