¿Te has puesto a pensar cuán perfecto eres? Has reflexionado sobre la precisión y la coordinación con la que trabaja cada órgano y célula de tu cuerpo para que tú puedas abrir los ojos todos los días a la vida, para que puedas realizar tantas actividades sin parar durante más de 10 horas diarias. ¿No lo has pensado verdad?. Eres perfecto.
Por qué entonces no ha de ser perfecto lo que te rodea. Por qué tu vida funciona tan bien sin necesidad de que controles tu respiración, tus impulsos neurológicos, tu rápida cicatrización ante cualquier cortadura, cada uno de los movimientos y acciones de tu cuerpo. Todo funciona bien porque allí no fijas tu atención. Allí dejas fluir, dejas ser. No pones trabas ni interferencias.
Asimismo ocurre con tu vida, si tú dejas ser, si tú sueltas los procesos de la vida que te crean preocupaciones, depresiones, angustias, rabias (esos acontecimientos que llamas problemas y que no son otra cosa que enseñanzas) verás cómo las cosas sí tienen solución, verás cómo le encuentras una rápida salida. Sólo porque no lo conviertes en el eje de tu vida.
Comienza por pensar que en tu vida no hay problemas sino situaciones qué resolver, un nuevo aprendizaje qué abordar. Si lo ves así y dejas de llamarlo problema, ya has ganado el 50% del trabajo.