El mar estaba lejos...
El mar estaba lejos. Pero en el aire húmedo de la mañana se percibía un vago olor salado y rumoroso.
Fue entonces cuando el hombre despertó. Guardó en su pecho las hermosas imágenes del sueño y emprendió su camino.
Atrás fueron quedando las ciudades, los pueblos, las aldeas que el afán de los hombres levantara. Atravesó también bosques umbrosos, tierras resecas, valles pensativos.
Pasaron muchas horas. Y ya el sol último arrojaba los restos de su incendio a las cimas de los montes más altos.
Y el caminante se adentró en la noche como un dios en su soledad.
Ahora la luna brilla en el centro del cielo y su plena mirada contempla con amor la juventud del hombre y su quimera.
El mar estaba aún lejos. Pero ya podía oírse su canción misteriosa.
La madrugada refrescaba las sienes fatigadas del hombre, que siguió caminando y advirtió una presencia humana en la lejana orilla.
Una hermosa muchacha lo veía acercarse: eran grandes sus ojos; su cabello, oscuro como el viento nocturno: su cuerpo, silvestre y frágil.
Intensamente se miraron, y el silencio les hizo comprenderse. Abandonaron sus ropas en la arena y juntos penetraron en las oscuras aguas
Eloy Sanchez
|