El mago de la felicidad
Había una vez un hombre como tantos otros en estos tiempos:
cargado de pesares.
Su tristeza era más larga que la noche y más fuerte que el sueño porque
nada lo adormecía.
Su pobreza económica no era nada, comparada con la de su soledad.
“Mi angustia me sobreabunda y me sobrepasa”, pensaba.
Tan deprimido estaba que pidió ayuda a las fuerzas del más allá.
Se cuenta que un ángel se le apareció vestido con un traje negro,
sombrero de copa, clavel rojo en el ojal y guantes blancos,
como un mago, cuando acudió en su ayuda.
¿La razón de su vestimenta? Aquel hombre creía en los magos,
en una ocasión en que vio a uno sacar de un sombrero igual al del ángel
un reloj de oro, un conejo y un número de lotería, que resultó ser
el ganador de una inmensa fortuna.
Era lo único misterioso que podía llegar a creer, en magos vestidos
de frac con una elegancia especial.
Así, con golpes de suerte, el ángel se encontró con él en una taberna, llena de humo
y sombras, en una mesa pegada a la pared.
-Bueno, ya me conoces- le dijo el ángel-. Creo que puedo sacar de mi sombrero
todo lo que necesitas, para curarte de ese montón de sufrimientos.
-No, no te conozco –protestó el hombre triste-.
¿Quién eres?
-Soy tu felicidad, si sabes escoger entre dos propuestas que te voy a hacer.
Escucha- Primera: que te deposite mucho dinero en una cuenta en el banco
a tu nombre, que tu esposa e hijos regresen a ti llenos de amor
y la recuperación de tu salud, con la condición de que trabajes en tu interior
y reconozcas verdaderamente quién eres;
de no hacerlo así perderás todo de nuevo.
-¿Cómo? –protestó el hombre-. Si me das todo eso que me dices
¡yo tendría la felicidad!
-¿De veras? Mejor escucha la segunda –continuó el ángel-. Me comprometo a darte
el conocimiento de quién eres; tendrás la felicidad que nace del espíritu
y tu trabajo sería recuperar tu fortuna, reconquistar a tus seres queridos
y recobrar tu salud ¿Cuál de las dos escoges?
-No sé que responder –contestó atónito el hombre.
-Yo soy mago, puedo darte una de las dos… piénsalo bien y luego responde.
Y el mago se desvaneció, ante la mirada perpleja de aquel hombre.
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