EL ARBOL
Los romanos fueron los primeros en decorar sus árboles para cada una de sus celebraciones. Más tarde, el hábito se trasladó al norte de Europa. Por eso los árboles que se eligen para ser decorados son pinos o abetos, típicos de esa zona. Y se cubren con guirnaldas plateadas simulando la nieve que abunda en el hemisferio norte en diciembre.
También hay una leyenda que dice que en la antigua Germania del siglo VII, un monje misionero inglés taló en Nochebuena un roble que era usado en las fiestas paganas para ofrecer sacrificios humanos. Y en ese sitio, creció un abeto. Esta especie fue tomada después como símbolo del cristianismo.
Otra leyenda europea cuenta que durante una fría noche de invierno, un niño buscó refugio en la casa de un leñador y su esposa, que lo recibieron y le dieron de comer. Durante la noche, el niño se convirtió en un ángel vestido de oro: era el Niño Dios. Para recompensar la bondad de los ancianos, tomó una rama de un pino y les dijo que la sembraran.