Érase una vez un pobre tomate que se sentía con ganas de llorar, pero no podía, pues sus padres le decían que por mujeres no se llora.
El como siempre buscaba la manera de desahogarse de tal modo que no dejaba de buscar soluciones.
Busco ayuda con todas las verduras y hortalizas. Una de sus opciones fue la cebolla cabezona quien le dijo que con un poco de su acido lo haría lloriquear como un niño al cual no se le compra un dulce, pero por injusticia de las vida él era inmune a aquel fastidioso acido. Fue a donde el señor limón quien era tan amargado que lo saco a gritos de su casa, sin darle chance de pedirle su ayuda. De camino a casa se encontró a la culpable de su pena, si Ella, con el plátano muy agarraditos de la mano y comiendo helado de tierra negra, el pobre no lo soporto y salio como pepa de guama. Pero como raro no se le desgajo ni una sola lagrima. Sin darse cuenta corrió tanto que salio de la nevera y fue a dar directo a los pies de la doña, quien sin pensarlo lo coloco en la tabla de picar, allí sintiendo que su vida no valía nada dejo que el cuchillo hiciera su trabajo, en el mismo instante escuchó una voz que le decía -nos vemos en la ensalada-, que increíble coincidencia era tomatita la amiga que siempre estaba en esos malos momentos y además siempre había mostrado interés por el tomate. Sin pensar mucho él se dio cuenta que el amor estaba en el lugar y en el momento que él menos esperaba.
Así que el cuchillo al cortarlo por la mitad hizo lo que nadie había podido hacer, que el tomate derramara una lágrima, pero no de tristeza sino de felicidad.
Moraleja: No busques el amor, el solo vendrá a ti en el momento y lugar mas inesperado…
Autora: Zulay Milena Nempeque Castro.