Una mujer radiante
gira como la mariposa envolvente
pintada sobre el pecho
de su túnica...
La inmensa mariposa con todos los colores
ala, espuma,
espejuelos salpicando arcoiris...
Una mujer mayor
piel transparencia
doradamente erguida sobre la alfombra jade que besa el sol
sobre sus pies
espejadas sus alas
ondulando el agua en azul sosiego.
Una mujer tan plena
vital como el estío...
Hace que el cielo estalle más puro que otras veces.
Una mujer así,
lozanía de brazos desnudos
tan leve, inquietud materna, solícita prestancia, gesto y perfil
con la fragilidad de luz que la rodea,
luminosa burbuja, envolviéndola, el halo tan puro y fugaz,
tan suyo.
Así, en la brevedad del pulso de sus párpados
es reina de la tarde...
Puede construir la eternidad de un cuadro.
Ante mis ojos este retrato es hoy una elegía.
Hoy, cuando la benigna, la paciente memoria
libera ensueño,
como si un sortilegio de sol nos ascendiera...
Y es sólo una canción
para ella,
la que hoy hace que florezcan ceibos
que las crines del viento, perfumadas de pino
nos besen las mejillas de ambarino calor...
Y empañe las pupilas...
Una canción que ella me dio con el trinar del cielo
para llevarme cerca,
volando desde aquí,
tan lejos,
a ese otro verano,
señora de los brazos de oro
aleteo de añil,
vibrando desde tornasol ocaso
que nunca volverá...
Brillando la añoranza desde aquel
otro verano.
GRACIELA GONTA