Haces tu aparición en la escena de mi vida,
asumiendo, sin saberlo, el rol protagonista;
desplegando radiante resplandor de estrellas,
impetuosamente suave, mágicamente bella.
A sabiendas que el amor tiene único dueño:
aquel, que se lanza en pos de ese sueño
de adoración sublime como única premisa,
para quien haya obrado el singular milagro
de despertar a un pobre corazón de su letargo
con el mágico beso del brillo de su sonrisa.
Sentir que la cordura es solo poesía,
que sólo hay vida a partir de tu vida,
hasta el fin de los tiempos te he de seguir...
¡Renacido ese dulce día en que te conocí!
Cómo habría de hallar en otra tu boca y tu pelo,
cómo habría de hallarlos si así no lo quiero...
¡Irreverente Blasfemia,
si adorara una dulzura ajena a tu miel!
Por siempre he de ser tu dama fiel,
y tú... ¡Mi Rei!