SOLO SABEMOS DE RECUERDOS
Cuando cae la noche y se descorre el telón de las estrellas,
y aparece el silencio que se roba las palabras;
es entonces que nos brotan las ganas de una paz inalcanzable. Nos invaden los recuerdos y balances, y llegan los perfumes de otros tiempos. Es entonces, ya en plena noche cuando por fin nos atrevemos al recuerdo.
Pero a aquel recuerdo justo, cómplice, inerme. Aparece el calor y el sol de aquellas mañanas que nos despertaron con un beso;
la luz de un nuevo día que nos da la caricia de una promesa.
Llegan los ruidos amigables que pretenden recibirnos y
anunciarnos que estamos donde queremos estar,
y tenemos la certeza del lugar correcto. Vuelven las caras de otros tiempos y sentimos que cada vez que respiramos,
se nos agranda el alma y el corazón se nos quiere ir del pecho.
Corremos tras los pasos de los años que se fueron,
que partieron silenciosos y en secreto. Y corremos tras la dicha de otros tiempos. De otras caras que poblaron nuestros días;
que hicieron la diferencia.
Recordar es escuchar al alma, es oír sus cuentos. Es darle una licencia a nuestros días de la carga que llevamos sin remedio. Entonces se nos dibujan calles olvidadas y esquinas imborrables. Monumentos monolíticos del sentir de aquellos tiempos. Angustia, dolor, tristeza, y las alegrías que te da la vida a modo de propina por las molestias.
Todos alguna vez recorrimos la calle del desengaño,
y fumamos más de un “pucho” en sus esquinas esperando que nos pasen a buscar;
que nos rescaten. Y todos perdimos sin querer alguna lágrima
para siempre sobre el húmedo empedrado de sus cuadras. Pero ahora, aunque de cuando en cuando le hagamos una visita,
o el cruce con la melancolía se nos haga inevitable,
correremos a refugiarnos en las mañanas, en las caricias del sol y en sus besos.
Porque sabemos bien de nostalgias, melancolías, sueños rotos y desengaños. Pero cuando cae la paz de la noche… sólo sabemos de recuerdos.
DE LA RED
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