Madurez
En el ánfora oscura de las horas, mi cuerpo se hace lámpara, y la sed interior que me devora no sabe si ofrendar la carne en rosas o fatigar la madurez en lágrimas. Amo tu plenitud. Tu cuerpo tibio como fruta de soles sazonada. Amo tu boca, floración de otoño, que mece en mi jardín de primavera su veleidosa tentación de llama. Nada importa la estrella de tu sino que en mi abismo se aparta. Quiero tu vida aunque mi vida rompa, quiero tu amor, aun cuando sea el germen que prenda los olvidos del mañana. No se amarillan con tu claro ocaso mis paisajes de grana; el solo roce de tu ser me enciende y si mi cuerpo se te ofrece en nido, mi móvil corazón se te holocausta.
Cógeme entre tus brazos con locura, o bébeme como agua, no pienses en el lirio de la tarde, prolóngate en mi vida, y que los besos hagan temblar la noche perfumada. LAURA VICTORIA
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