NEWTON, UNA MANZANA Y MI LOCURA
-Audroc-
Newton, debo estar loco.
Nunca he pensado tanto en la sencilla manzana
ni en la ley de gravedad que has descubierto,
ni que nos falta libertad en todo.
Que tenemos un cuerpo entre cadenas
desde invisibles grillos,
y que el libre albedrío es anatema
forjado por filósofos.
Si levanto los ojos hacia el cielo
y estilizo toda mi figura
juntando mis dos manos como en ruego,
siento como si me crecieran amplias alas,
pero de ahí... no me muevo...
Mis plantas en la tierra están clavadas.
Y me siento ridículo en la farsa
de ese frustrado intento,
que más parece el principio de una danza
y el final al mismo tiempo.
Que el pensamiento mío pueda un día
diferir a lo malo de lo bueno,
no sé si es libertad,
o sólo ondas que recepta el cuerpo
en la cosmografía sideral.
¡Ay, del libre albedrío
y la simplicidad de una manzana...!
¡Cómo me hace pensar...!
Está siempre cruzada con el suelo
su horizontal y mi humilde vertical,
y estando en esta cárcel de cubismo
no me puedo elevar,
y cuando el día sea paralelo
cualquiera de sus bocas, enlodadas,
han de cerrar sus labios en mi cuerpo
y no podré escapar.
¿Qué libertad tenermos?
¿Dónde está?
Una común manzana me ha llevado
a este dialogar,
porque ha ido creciendo de tal modo
que llegó al más allá.
¿Por qué tuvo que ser también un árbol
el del bien y del mal?
¿Acaso el albedrío hasta ese extremo
quebró la libertad...?
¿O es que la ciencia en un momento dado
recibe un símbolo igual que su verdad...?
Si fue el sencillo peso del manzano
luz en la gravedad,
y probó la atracción que el mundo ejerce
como una realidad,
¿qué será del pobre cuerpo humano
sosteniendo la admósfera total?
Encadenado vive y encadenado está,
en un determinismo hierático
paralizante de su fantasear.
¿Está en el alma...?
Tampoco es cierto,
no la siento vibrar.
¿Por qué al irse los seres más queridos
tenemos que mordernos y callar?
Si estamos sojuzgados a un destino
hay una limitada libertad;
o no hay nada de eso y solamente
somos pobre automatismo racional.
Siguen dentro del alma aquellos grillos
y las cadenas están.
En el camino corto o en el largo
la infecunda insaciable esperará.
Si en un Dios escondido está la vida
y una muerte, que el nudo,
en un momento dado cortará,
están las dos en Su Infinito Mundo
gozando de la plena libertad.
Uno, por ser Creador del Universo,
la otra, por esa maldición de exterminar.
¿Habrá Dioses o no habrá ninguno?
(¡Vaya mi apostasía al preguntar... !)
Tiene que haber forzosamene: "UNO"
porque nada se creó al azar,
y aún de existir múltiples dioses
Uno Sólo sobre todos reinará.
En la premisa de extraño silogismo
siempre la conclusión me hace dudar;
y así, cuando me siento ateo
en la impotencia de poder luchar,
pienso en ese Dios y en esa intrusa,
y sólo veo tierra... oscuridad...
¿Por qué ese Dios se mantiene impertérrito
cuándo muere la inocencia y la bondad...?
¿Por qué la muerte enarbola suprema
su estandarte de mal?
Cuando un quinqué llamando
en la esperanza nos logra alumbrar,
al ver que lo tenido no lo tengo
abrumáse el camino sin salida
mi autodeterminar,
al quebrarse Las Tablas de Jehová,
cuando enseña en su quinto mandamiento:
"No Matar..."
Pero...: "No matar",
si en Su Ley está Escrito y Prohibido,
¿Por qué a la muerte se le eximió de tal?
Son muchos siglos que van como castigo,
del arrebato de Adán su señorear,
a pesar que Dios todo lo creara
por el hombre y para el hombre nada más.
Entonces...
¿Dónde está la libertad...?
Si todo está condicionado,
esa pequeña manzana
que creció... creció...creció ...
ante mis ojos, hecha ya montaña,
me subyugó, cegándome en dolor.
Y levantando los ojos hacia el cielo,
estilizando toda mi figura,
junto mis manos como cuando ruego,
igual que un par de alas que las pliego
para poderlas luego desplegar,
y siento un aura espectral en todo el cuerpo
que en mi deseo siento acrecentar,
y en mi frustrado intento no me elevo.
Más aún, se cominza a disipar
esa niebla que siento y que la veo,
y mis plantas clavadas en el suelo
como principio de un fin cuando comienza
y un fin del principio al terminar.
Si en algo creo
todo fue un soñar.
Si en nada creo
todo fue un penar.
¡Oh, ese libre albedrío...!
Condicionado por la realidad
entre cadenas e invisibles grillos,
me hace pensar,
que tan sólo la muerte decidiendo
es libre en su accionar.
Si por árbol del Edén hubo un castigo
tan tremendo y tenaz,
y Newton con su humilde manzanero
nos demostró la ley de gavedad,
estamos engrillados desde un cielo
que sólo imaginamos, nada más,
y nos hace sentir ese desvelo
de volver a la tierra contumaz.
La Biblia y Newton, conjugan con su verbo,
Uno divino y el otro terrenal,
la realidad del cuerpo
adherido a la tierra y a su fugacidad.
¿Y el alma...? ¿Dónde está...?
¿cómo se rige con su libertad...?
Difícil de explicar...
Ha de cruzarse igual que un cauce un río
con la misma pureza original.
Su libertad ha de estar en su desvío
o bien en defender su integridad.
Pero; quién rige sus hilos:
"¿nosotros?"
"¿el más allá...?
Cualquiera que fuera la respuesta
no se puede olvidar,
que el hombre sigue dentro de su cuerpo,
encadenado, muy a su pesar,
y aunque quisiera ser, puede no serlo
por ese gravitar.
Confabulan en él graves resabios
que sin querer perderse han de perderlo,
aunque deje la giba con que llega
para buscar el camino de los sabios.
Sus pies tienen el polvo de la tierra
que enlodan en su andar.
El alma del manzano está en el árbol
y por añadidura lo demás.
Será por eso que el cuerpo que perfilo
no lo puedo elevar,
y sólo siento un triángulo rectángulo invertido
del que no puedo escapar
y en su ángulo inferior me encuentro preso
sin poderme librar.
Y al girar vertiginosos sus catetos
estoy tan firme como al comenzar.
En cambio otros, fueron arrastrasdos
al torbellino por la noche fatal.
¡Nada podemos hacer para evitarlo...!
Nada más que mirar desesperanzas
desde ángulos distintos. Nada más...
Nadie puede arrancarlos en su intento,
ni ellos pueden salir de su espiral,
por eso me pregunto y me contesto:
no hay en el hombre libertad final...
No hay por tanto libertad en el hombre
sino su única libertad la espiritual,
y ha de tener también nuevo albedrío
en su máxima expresión de libertad,
cuando aquella manzana suspendida
vuelva del árbol a ser fruto original.