que, gris y melancólica, se aferra
la llama del Amor que sïempre arde,
los versos más hermosos de la Tierra.
Quisiera claudicar en esta guerra
de mente y corazón, y hacer alarde;
vivir esta ilusión que se destierra
y muere con honores de cobarde.
Quisiera yo de ti, Luna creciente,
mi irónica y secreta confidente,
mi bella, mi nocturna compañera;
tu luz y tu sonrisa verdadera,
quisiera para mí tu vida entera;
quisiera decidir, y ser valiente.