Recuperar la antigua relación sagrada entre el hombre y su entorno natural parece una necesidad para el hombre moderno.
Imbuidos en el mundo del tonal, de lo racional y de lo que se percibe con los sentidos, hemos olvidado a nuestros compañeros de viaje.
Los animales detentan un conocimiento que puede abrirnos a la percepción de una realidad más amplia que sobrepasa y contiene a la que vivimos y experimentamos a través de nuestros sentidos.
El mundo del nagual, el mundo informe del espíritu donde todo es posible, está a nuestra disposición. Y los guías están ahí; nos contemplan todos los días desde las ramas de los árboles o desde el suelo. Nos gruñen, cantan, rugen; es decir, nos hablan, pero nosotros hemos olvidado el lenguaje de la Creación.
Francisco Javier Arries